Monterrey.- Permanecían allí, en la sombra de la historia, desde hace milenios, amancebadas, ocultando el poderío de su sexo, de su naturaleza creadora, de su asombrosa capacidad fisiológica para prolongar la especie. Minimizadas, prostituidas, satanizadas, heridas, exterminadas. Sin embargo, en la última centuria arribaron al mundo que pertenecía exclusivamente a los “santos” varones, como consecuencia de la consabida “equidad de género”, muy jodida, retorcida, inicua y mal entendida todavía en nuestro surrealista país (eche un miradita al agro mexicano y lo verá). Todavía hace algunas décadas parecía prácticamente imposible en nuestros lares que hubiese gerentas, arquitectas, médicas, científicas, astrónomas, filósofas, mecánicas, políticas, matemáticas, empresarias… ¡Ahí la llevamos! Dice una amiga doctora radicada en Londres, que falta un siglo para que los “mexicanitos” sin conciencia empiecen a cambiar. ¿Será?
Glorioso el día en que la primera mujer ingresó a la Escuela Industrial Álvaro Obregón, de la UANL, o a la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas; y triste recuerdo cuando Esther, una brillante alumna que estudiaba la preparatoria abierta, quien poseía un perfil de alto liderazgo y una vasta experiencia en contaduría, cuando le pregunté por qué no solicitaba el puesto de gerente (¿gerenta?), me dijo: “Nombre profe, me sé todos los trucos, protocolos, necesidades y trámites bancarios, pero la comitiva de señores que conforman la cúpula del banco es tan cerrada que nunca me dejarían ocupar la gerencia…” ¿Injusto, no? Así como este, seguro usted conoce uno o más casos en los que se demuestra la falta de equidad en general, no solo de género. Niñas y niños, ancianas y ancianos incluidos, indiscriminadamente. “México lindo y jodido”, asevera otro amigo doctor de por acá.
Asimismo, a todos nos queda claro, menos a quienes lo promueven, que un discurso aledaño a la equidad de género, como la soberana estupidez del “todes”, es solo eso, un discurso, y no sirve para nada como un fin en sí mismo, mientras no se transforme la realidad y eso va a estar “en oriental”. Se requieren cambios extremadamente profundos y sistémicos en las estructuras sociofamiliares, económicas y políticas, así como en la idiosincrasia de la “vox populi” y en la ideología de la gente común, para medio componer tal situación, considerando que todavía se nace con el “rosa”, femenino, y el “azul” masculino; cabello largo, femenino, cabello corto, masculino; muñecas femenino, carritos, masculino, entre tantos otros estereotipos vanos y fofos que ahondan más las diferencias entre los sexos en vez de estrecharlas.
Cabe mencionar que, para mal, los sentimientos vanos como la soberbia, dolo, presunción, sarcasmo, ignominia, frivolidad, ironía, cinismo, hipocresía, ira; y los comportamientos innobles como el robo, traición, venganza, abuso, agiotaje, soborno, engaño, corrupción, también anidan en un corazón femenino. Incluso muchas de ellas, tan bellas, han incursionado en el infértil terreno que yo (no sé si exista y sin pretender ser un experto) he denominado “hembrismo” y que equivale al hecho de que la mujer adopte un rol de hembra, parecido al que asume el macho en el, aparentemente, inocuo machismo. Para acabarla de amolar, más allá del ofuscamiento que pueda provocar en mis amigas feministas, infortunadamente en nuestra cambiante y desconcertante época, también hay pendejas con poder y están abundando por todas partes...