CORONA01062020

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Enhebrando y destejiendo
Tomás Corona

Monterrey.- No es la Penélope, tejedora de sueños y esperanzas, que destejía al asomarse la luna y tejía de nuevo al despuntar el alba, en una espera interminable, mientras aguardaba el regreso de su amado. Tampoco es la abuela de la vieja guardia tejiendo chambritas, gorros y zapatitos para sus bien amados nietos. Ni la tía solterona, casi extinta, que teje bufandas para sus adorados sobrinos.

     Ella también teje y desteje, pero no así, se liberó del yugo del amor y la desesperanza después de la lectura vehemente de millares de libros. Entendió, desde que era joven, la sinrazón del mundo y decidió afrontarlo tal como es, con toda su crudeza y crueldad, con los mismos derechos y responsabilidades para todos sin importar el género.

     Ha hecho con su vida una sinonimia de autonomía, libertad e independencia. La libre expresión es su analogía existencial y siempre está al pendiente del bienestar común. Es también la más acérrima enemiga del machismo que impera en nuestra mojigata sociedad que ha hecho de la doble moral su modus vivendi.

     Decidió no tener hijos por múltiples razones que los neófitos en el tema de los derechos sexuales no entienden, o no quieren entender. Es ambientalista real, no solo de discurso, defensora inaudita de los derechos de los niños, preservadora cultural y amante encarnizada de la justicia. Es activista social, no “feminazi”, aclaro por aquello del morbo masculinizante que nunca falta.

     Seguido enfrenta aterradores y reales molinos de viento y golosos cerdos capitalistas que amenazan con llevárselo todo. Ella teje realidades y las convierte en actos, solo le basta vislumbrar un destello de inequidad para lanzarse a los leones con la más poderosa armadura, hecha con argumentos legales y sólidos.

     Es una amiga muy singular, la admiro. Ojalá que su luminosa y cautivadora existencia no acabe como la de esos adorados locos que andan por allí enderezando el mundo y caen en un manto de flores celestiales después de un certero disparo, hecho por un malvado y perverso francotirador.