Monterrey.- Nació tímida, discreta, fuerte. Apenas asomaron sus dorados pétalos se sintió hermosa y lo era. Sonreía, saludaba, se sentía feliz con su misión de embellecer este mundo, ayudar a la naturaleza a cumplir su ciclo vital y prodigar amor al prójimo que hace tanta falta. Jamás permitiría que el nauseabundo, degradante, viciado, inicuo, repulsivo, perverso, inmoral y sucio entorno donde había nacido le corroyeran el cuerpo y el alma; pero nunca falta una mano asesina que la arrancó de cuajo, arrojándola a la basura y cortando para siempre sus anheladas ilusiones.