Monterrey.- No es contaminación, ya lo dijo el mozalbete muchachón, el imberbe, patético y multi-patito doctor, no es contaminación, acaso un polvillo texano que de repente llegó, así lo expresó y lo afirmó.
A lo mejor es la humareda que resulta cuando prendes, para la carnita asada, de los leños, el carbón...
Puede que sean los gases que salen del escape de los vehículos automotores al hacer la combustión, junto con el hollín que se les adhirió…
O de las chimeneas de tantas y tantas fábricas lo que arroja la tóxica emanación…
¿Acaso serán los mefíticos pedotes que muy contento y sin tapujos ni vergüenza y sin escrúpulos se avienta desde su enorme trasero el tío Simón?¡Qué sé yo!
¿Será tal vez “smog”, niebla tóxica, neblumo, polución?
¿Quizá una rara y peligrosa mezcla de humo denso, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono, gas metano y partículas en suspensión?
¿Bruma irrespirable, polvo rojo, densa nata, mancha tóxica, capa mortal encapsulando como impenetrable e indestructible domo, el cielo de Nuevo León?
¿Dióxido de carbono, arsénico, cromo, mercurio, cobre, zinc, níquel, plomo, metales en peligrosa y mortal combinación?
Pero no me hagan caso, que nada de esto sé yo.
Pero entonces, ¿no es contaminación? No. Ya lo dijo y confirmó el malogrado y fársico bufón, el grotesco y ridículo arlequín de la corte, el susodicho “robernador”.
Mas sin embargo la realidad es otra y el cuadro contaminante no pinta nada bien. Quién sabe si, entre estertores agónicos, con los pulmones plagados de veneno, vivamos o muramos hoy.