Monterrey.- Si no me mueven, no me muevo. Si no me empujan, me quedo en el fango cenagoso. Ni me atan ni me desatan, yo me amarro solo. Si me invitan, no voy. Si me ordenan, no obedezco (¿o sí?). Si me abren la puerta de la jaula, no vuelo. Si me insultan, me lo creo. Si me tachan de guevón, también. Si me quitan la cadena del cuello, sigo echado. Si me cortan las alas, excelente. Si me pagan más, no creo en los “Santos reyes”. Si me otorgan recursos, que bien, y si no también. Si quieren que innove mi clase páguenme el triple. Si me ponen actas de extrañamiento, ya llevo 52. Si falto a la escuela, es mi derecho, no tengo por qué avisarle a nadie. Si me descuentan el día no entregaré los documentos que me pidan. Si me llaman la atención, me desquitaré con los alumnos. Si no me otorgan una computadora, no daré clases virtuales. Si no hay café en la subdirección tendré que salir a comprarlo a la calle. Si me visita alguien del Departamento técnico, que él dé la clase. Si me llaman del sindicato, no es mi culpa. Si no se meten conmigo, pues… Si me bajan la luna y las estrellas… ¡No creo que lo hagan…! Soy profe, maestro de la inercia, de la resistencia al cambio, y qué y qué. Si la simulación sigue siendo efectiva, ¿para qué preocuparse…?