Monterrey.- Se posaba en el añejo limonero del porche del chalet, a eso de las 10 de la noche, y comenzaba su silbido que nos ponía a todos con los pelos de punta. Yo corría a la cama de mi hermana y me acurrucaba junto a ella temblando de miedo. Me acicalaba los cabellos y me decía.
- No te asustes, mi niño, todo va a estar bien, mami se va a curar muy pronto, ya lo verás…
- Es que dicen que las lechuzas son brujas que anuncian la muerte… Decía consternado.
La tía Mary salió, como cada noche, las ultimas semanas, a gritonearle pendejada y media a aquella mujer mala convertida en ave (según ella). Como respuesta, la avechucha emitía un silbido diferente, como burlándose de la tía. A mí se me erizaba la piel al escuchar aquel insólito diálogo que parecía sobrenatural.
Una noche antes de que mi madre fuera trasladada a Monterrey, sumamente grave, sucedió algo que todavía impacta mis sentidos cada vez que lo recuerdo. La tía Mary vino con su abuela, una vieja ya sin edad, tan arrugada como una pasa, toda ataviada con negro que hacía resaltar más su de por sí misteriosa presencia.
Llegó la lechuza, a la misma hora, pero esa noche no hubo gritos ni improperios, solo un rezo largo y extraño, con uno de esos rosarios grandotes, hechos de madera, que igual conturbaba los sentidos de quienes estábamos escuchando… Al poco tiempo el ave desplegó sus alas y huyó despavorida.
- Listo, no volverá a molestarlos, la brujería ha sido destrabada y tu suegra se aliviará pronto, allá a donde la llevaron…
Al día siguiente, dos noticias conmocionaron a toda la familia. Mi madre se había recuperado milagrosamente y nos causó gracia que pedía unos tacos de Tlaquepaque, de esos con salsa picosa que tanto le gustaban, después de haber comido muy mal durante varios meses… La otra pavorosa noticia fue que una extraña mujer morena, con pelo ensortijado, había caído como del cielo, a cuadra y media de nuestra casa, rompiéndose el cráneo y con innumerables fracturas en su cuerpo. La gente del barrio dijo que era la mujer-lechuza que tenía embrujada a mi madre y aquella vieja enigmática la había “tumbado” con su poderoso rezo…