Monterrey.- El escenario, una calle cualquiera de la ciudad. El monólogo de aquella mala madre parecía interminable…
– ¡Ay mijita, no lo puede creer! Cómo que Blanquita salió embarazada, pero si es una muchacha muy seria y responsable. ¿Y cómo le va a hacer con la escuela…? Ya les falta poquito para terminar la prepa… ¿Qué el papá la corrió de la casa…? (escandalizada) No puede ser, pobre niña… Y supongo que el viejo no se va a hacer responsable de nada… ¿Es su vecino…? ¿Casado…? (molesta) Pero qué muchacha tan tonta…
– Mírate en mi espejo, mi amor, yo también fui seducida por un viejo infeliz, (dramática) fui víctima de tu asqueroso padre, también tenía otra familia, me lo confesó cuando le dije de tu embarazo, él tenía 42 y yo 13, imagínate, pobre de mí, en las garras de ese pinche chacal (llorosa). Nunca te lo había dicho, pero hoy me nace del corazón decírtelo, al cabo ya estás grande (serena). Tu papá intentó varias veces acercarse a nosotros para verte, pero nunca lo dejé; me ofrecía dinero con la condición de volver a tener sexo, pero nunca lo acepté, me sentía como una puta (enrabiada), y no tenía caso arriesgarte a ti. Por eso te he cuidado siempre como “la niña de mis ojos” y para mí tu padre hace mucho que está muerto.
– Y mira cómo estoy ahora, toda enferma, depresiva, histérica (nerviosa), porque nunca quise tener un pelado que nos hiciera daño (excitada). Ni siquiera puedo trabajar por mis problemas emocionales (avergonzada). Y si no fuera por el dinero de tus abuelos, tampoco estarías estudiando y andarías perdida como tantas jovencitas que andan por allí (sentenciosa). Te pido perdón por todo lo que te hecho sufrir con mis cosas (chillando otra vez) y quiero que me prometas algo: nunca, nunca te entregues a un hombre casado, como lo hizo tu amiguita, porque eso te arruinaría la vida (convincente). ¿Me lo prometes, mi amor…?
Mientras, la angelical muchacha pensaba cómo desprenderse de aquel atosigante yugo, cómo escapar de aquella infame prisión; y el día menos pensado, abatiría las alas para alejarse del pavoroso infierno que vivía con su desquiciada madre. ¿Acaso un hombre casado la esperaba a la vuelta de la esquina…?