Monterrey.- El Covid anidó en mi corazón y me roba poco a poco las ganas de vivir. No tengo miedo, he sido hábil para confrontar la incertidumbre a que me ha enfrentado la vida, solo estoy desconcertado. ¿Por qué a mí…? Si muero, creo que ya he vivido lo suficiente y gozado de todo lo que hay en este mundo y he cumplido cabalmente cada uno de mis proyectos, sueños, anhelos, aspiraciones y deseos. Solo me dolerá dejar a quienes amo, pero creo que les enseñé bien a respetar la vida y la muerte, sin sufrimiento. Si vivo, habrá que esperar a qué mi corazón se detenga por una magnífica noticia o que mi cerebro estalle por tanto pensar, aunque me encantaría morir de viejo, quedarme dormido bajo un cielo pletórico de estrellas, estar soñando con el amor de mi vida y ya no despertar. Por lo pronto, estoy en el solitario parque a donde vengo cada mañana, a paso lento, y hasta donde los accesos de tos me dejan llegar, aquí me siento en la vieja banca devorando las horas largas de vida o de muerte que me quedan, repasando en mi memoria cada uno de los mejores recuerdos de mi vida, pensando que pronto seré quizá un recuerdo también, o quizá no. ¿O acaso alguien ha logrado resolver el misterio de la hora precisa en la que uno deja este mundo terrenal…?