Monterrey.- Amanece… Despierta compungido por la insoportable soledad que le atormenta. El dolor ha carcomido su cándida sonrisa. Una mueca de amargura es su gélido rostro. Palidece a diario, victimado por el duelo de haberlo perdido todo. Envejece como pétalo marchito de un tulipán arrancada con violencia. Se alimenta con penas que acrecientan su angustia. El sol de agosto reseca su esperanza. Es incapaz de sentir y no es culpable. La perfidia inundó todos los poros de su ego herido. No espera nada, se lo llevaron todo sin decirle. Habita en una esfera de cristal de roca. Ha encontrado en el llanto el manar de su locura. Nadie sabe el final que le espera. Solo el amor puede salvarlo…