Monterrey.- Mientras sus líderes en todos los niveles, desde la más alta jerarquía hasta la burocracia política escolar, se regodean arguyendo que todo va como “miel sobre hojuelas”, “viento en popa”, “sobre ruedas”, o como quiera usted llamarle, algo feo, malo, perverso y corrupto está pasando en las clínicas de la Secc 50 de maestros. ¿Qué hay detrás? Dedúzcalo usted…
Aunque es extraordinario y hemos normalizado el hecho de que no haya medicamento. Es poco grave el asunto, sin dejar de serlo, pero que no haya médicos habiendo tanto dinero es una aberración, una injusticia que afecta a todos los pacientes agremiados a este cada vez más pobre-rico sindicato.
Se presupone que el rubro de la salud es una de las pancartas más poderosas que portan en textos y discursos sus acérrimos defensores. Sin embargo, la realidad muestra otra cosa diametralmente distinta.
Explico y argumento con evidencias mis afirmaciones. Los primeros días del mes de octubre del presente, tenía una cita con el oftalmólogo (después de tres meses de espera, otro asunto que también hemos normalizado).
Llegó la hora de la cita a la que por costumbre y por viejo llegué dos horas antes, pues tenía el número cuatro en el “papelucho” que te dan y que se borra a los pocos días. Llegó la hora de la cita y pasaron dos horas más, es decir, llevaba allí cuatro horas y no era el único.
El oftalmólogo nunca llegó y jamás nos confirmaron su inasistencia. Personalmente fui a preguntar varias veces en el lapso del tiempo señalado, y la respuesta boba y difusa fue: “Ya viene para acá”, lo cual no sucedió.
Por mi naturaleza aguerrida, organicé la catorcena de pacientes (algunos requerían atención médica inmediata) y armamos un pequeño mitin, como protesta por el injusto hecho. Todos los presentes en el CEM se sorprendieron muchísimo.
El coordinador (o descoordinador) permaneció tranquilo ante mi individualidad, pero cuando vio el “bonche” de gente se escamó un poco y se angustió más, y no sabía qué hacer.
No faltó una maestra (dos, tres, nunca falta alguien así), de esas ególatras y egoístas que supuestamente tenían prisa, como todos nosotros y pidieron que les reagendaran la cita. Cabe señalar que su número de ficha era de la nueve en adelante. Y de allí se agarró el encargado para medio solucionar el entuerto.
Al ver que el caso estaba perdido, pues yo pensaba exigir que trajeran de inmediato otro oftalmólogo para que nos atendiera, pues considero que hay recursos para eso y más (y sería muy bueno que tuvieran un equipo de médicos emergentes para asegurar, ante la falta de médicos irresponsables, la atención a los pacientes cuyas rebajas para el servicio médico se descuentan estrictamente, “como relojito”, cada quincena) sugerí que nos formáramos por el orden de la ficha, como yo tenía la cuatro no me preocupé.
Pero entonces todos se abalanzaron para pedir el cambio de cita y “mandaron al diablo” mi sugerencia; mi liderazgo, mi propuesta de orden y justicia, para nada sirvió, es decir, a todos “les valió m…”
Me reagendaron la cita para el día miércoles 13 de noviembre, y para colmo de males me acabo de dar cuenta que ese día tengo cita en el módulo del servicio médico acá en Guadalupe; y, obviamente (¿no se presupone que todo está conectado?; a duras penas me acuerdo lo que hice ayer, ¿cómo me iba acordar de esa cita?) tendré que moverla, porque también es importante para mi salud. Qué desmadrito, ¿no?
¡Ah, se me olvidaba! Me sucedió otro inicuo hecho bastante parecido a este en la clínica de Mitras, pero se los contaré en otra ocasión.