GOMEZ12102020

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Mexican Hooligans
Tomás Corona

Monterrey.- El hecho violento ha generado varias tesis, todas verosímiles. La violencia es el personaje principal en cada una de ellas. Primera: Fanatismo exacerbado. Se ha dicho hasta la saciedad que el deporte, la religión y la política, son temas polémicos en los que nuca nadie se pone de acuerdo, cuando en realidad es un enajenante fanatismo el que les subyace.

Segunda. Guerra de narcos. La oscura, degradante y horrenda influencia del narcotráfico ha invadido todos los espacios del planeta, el futbol no es la excepción.

Venta de drogas y alcohol. Nadie ignora que, en cada juego, los estadios se transforman en gigantescos bares en los que se consumen copiosamente drogas y alcohol, con o sin la aprobación de las autoridades, con funestas consecuencias como esta. Ni se diga de la “barras”, comúnmente van cargadas de marihuana.

El negocio del futbol. Son innegables las ganancias que produce este dizque “deporte”; desde los llaveritos, banderines, camisetas, palcos, boletaje, cerveza, tenis, souvenirs, hasta donde la perversa imaginación de los mercenarios dueños de las franquicias alcance.
Terror programado. Innumerables videos dejan entrever el uso de armas y radio comunicadores, por lo cual es fácil deducir que los pseudoterroristas, enviados por alguien, sabían a lo que iban, ante la indiferencia de los policías.

Jodencia cultural. Se aduce que los fratricidas participantes provienen de nichos de violencia y polígonos de pobreza, tan comunes en las grandes urbes, donde imperan el hambre, la ira y un sinfín de necesidades biopsicosociales.

Darle en la torre a AMLO. Aunque pueda parecer la tesis más absurda y estúpida, si se reflexiona fríamente, adquiere sentido. Los fifís son capaces de todo para logras sus aberrantes fines.

La vida no vale nada. Nunca se comprobará si hubo muertos o no (como en los cautivadores montajes de Loret de Mola); eso es lo que menos importa; sin embargo, quedan la violencia, el terror, la rabia, la impotencia, la enajenación, la perversión mediática, el abuso del poder político y económico, clara muestra de que nunca hemos superado la salvaje barbarie en que habitamos.

Hubo un orquestador. Ojalá y un día no muy lejano se descubra quién fue el ricachón maldito y poderoso que ordenó la sangrienta masacre en el estadio Corregidora de Querétaro, que jamás volverá a ser el mismo y los queretanos y sus familias tampoco.

¡Muera el futbol!