Monterrey.- No hay, no hubo, no habrá, se acabó, se agotó, se terminó (o alguien se la robó), hace rato se llevaron la última, ayer sí había, venga después. Pues que más ch…gados hago.
Te molestas, inquietas, sorprendes, impacientas, encabronas, ofendes, enojas, impactas, emputas, reclamas, enrabias, vociferas, enfureces, refunfuñas, enchilas, te sale lo Rodríguez.
Reclame en coordinación, con el jefe de farmacia (pero no está), con el responsable del sindicato (si lo encuentra), o dígale al médico internista para que se lo cambie; o en “compras”, de allí nos surten el medicamento; o directamente con el líder supremo. Por supuesto que no lo haré, su obligación es atenderme, ofrecerme un servicio médico completo y con calidad, no al revés.
Y mis cuotas seguras, firmes, fijas, atractivas, jugosas, productivas, “constantes y sonantes”, mal repartidas, desviadas, corrompidas, ese descuento nunca ha fallado (por mas de 40 años) en mi talón de cheque.
Y los líderes, dándose “golpes de pecho”, prometiendo “las perlas de la virgen”, “desgarrándose las vestiduras”, convocando a sus “compinches”, jugando a la “guerra sucia”, diciendo en sus “pseudocampañas” que “todo se va a arreglar”.
La verdad, el desabasto de medicamento, entre muchos otros problemas que aquejan al gremio magisterial, es un añejo problema (fácil data de hace tres décadas) que pone en riesgo la vida de todos los docentes de Nuevo León que pertenecemos al sistema estatal.