PEREZ17102022

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Nota para un tipejo que canta tangos
Tomás Corona

Monterrey.- No sé tu nombre, no sé quién eres ni me importa. Pero, por prescripción médica (pues no debo quedarme con ningún daño emocional), me veo en la forzosa necesidad de señalar algunas cuestiones con respecto a un deleznable hecho que tú provocaste. Ese jueves iba con todo el ánimo para disfrutar de una relajante velada musical con guitarra, tangos y mariachi.

Subrepticiamente, según yo, sin que nadie se diera cuenta, le comentaba animosamente a mi amigo un detalle que ya ni recuerdo y mi tesitura de voz me traicionó, como siempre. Entonces sentí el latigazo de tu grito, acallando mi voz.

Afilé mi lengua para responder a tu injuria y cobrarme tu agravio, pero mi templanza y ecuanimidad me lo impidieron, porque soy una persona educada. Mientras pensaba: ¡Perfecto imbécil!, ¿cómo se atreve a exhibirme en público de esa manera? De haberlo hecho, y partirte en dos con la espada de mis sesudos argumentos, era rebajarme a tu grotesco nivel de fantoche trasnochado. Y me quedé callado.

Hoy, en la distancia, ya sosegado mi combativo espíritu, te los transcribo aquí, en las redes sociales, en este extraño mundo de la libre expresión donde impera el chisme, pero también una que otra idea valiosa y rescatable de la cual podemos aprender.

Por principio de cuentas, según tú, rompí el protocolo preestablecido, es decir, la regla de silencio que debe imperar mientras alguien canta; te aseguro que lo desconocía y, sin embargo, cuando cantaron todos los demás participantes, el cuchicheo y el rumor eran insoportables, sobre todo el de la señora que cobra, estorbando la visión de quienes estábamos sentados y nadie dijo nada. ¡Aquello estaba convertido en una romería!

En ese sentido, no tenías ningún derecho a humillarme públicamente y de manera tan grotesca haciéndome callar con un grito. Eras tú el único “alterado” por mi insípidos comentarios; todos callaron por tu patética actitud de divinidad fingida, tu ridícula pose de actor herido y tu pobre argumento de que te distraía al cantar es una innegable falacia, pues un auténtico cantante no se distrae con nada. Cabe aquí una moraleja: si te distraes cuando cantas, entonces no eres buen cantante.

Tu otro anodino argumento de que “los artistas merecemos respeto” cerró “con broche de oro” tu momento triunfal, dándole un golpe bajo a mi ego porque te informo, aunque quizá ni te importe, que yo también soy artista. Tú quedaste bien, yo mal, pero conste que aquí tú eres el animal.

Tengo que reconocer, que no cantas mal, pero no eres el dueño del lugar, y tampoco el responsable de nada en ese club, e igual que tú, pagué una cuota de cortesía por entrar y eso me otorgó el derecho a estar allí como todos los demás y platicar también, como todos los demás.

Va una última nota aclaratoria: independientemente de tu postura de divo arrabalero que tan claramente mostraste esa noche, te recuerdo que yo no pertenezco allí y se presupone que era un invitado especial y eso me hacía merecedor de tu cortesía y respeto, pero hiciste todo lo contrario y me exhibiste y humillaste arteramente, de la manera más brutal y eso solo lo hace la gente bruta y veleidosa (mamona, para que me entiendas) como tú.

Simplemente, como persona también merezco un respetuoso trato que no va con tu pedantería. Lo más lamentable de todo es que no me quedaron ganas de volver a ese maravilloso club y todo por tu desmedida y exacerbada estupidez.