Monterrey.- Lo había vaticinado antes, desde sus prometedores inicios, sus primeros fallos, sus indicios de que algo no estaba bien, su innegable utopía. Llegó como todas las reformas, con “bombos y platillos”, bien sustentada solo en apariencia, irremediablemente difusa, con harta lana, un alto impacto psicosocial, intempestiva y agobiante para los profesores, con un exorbitante nivel de incongruencia y muy prometedora socialmente hablando para mejorar nuestro “México lindo y jodido”; con una planeación estratégica de primer mundo confrontada con una realidad tercermundista y el consabido choque frontal entre una y otra que nunca ha dejado nada bueno, solo alumnos reprobados, analfabetismo funcional y mucha confusión. A todos nos consta.
Hoy lo confirman los auténticos expertos, no los oficiales de curul y despacho privado, sino mis valiosos amigos que consuetudinariamente proyectan la reforma educativa (y la NEM), la difunden, analizan, confrontan, retroalimentan, restituyen y transforman día con día, en el corazón educativo siempre palpitante, el aula, donde perviven cotidianamente, entre un montón de necesidades, profesores y alumnos de Nuevo León y de México La NEM (Nueva Escuela Mexicana) que de nuevo nada tiene, es solo “UN PARCHE MAL PEGADO”. Dolorosa metáfora que acuñé hace una década y que marca, en cada reforma parcelaria y sexenalmente la trágica historia de la educación mexicana, que ha servido siempre a los intereses de los poderosos en detrimento de los pobres que nuestra vituperada escuela mexicana se empeña en formar y acrecentar. No requerimos extranjeros que gozan del turismo educativo. ¿Dónde estarán los Rousseau, Pestalozzi, Decroly, Fröbel, Montessori, Freinet, Piaget, Freire, McLaren, Comsky, mexicanos? ¡Nos urgen!