Monterrey.- Llega la noche sonora. Agazapada entre las fastuosas nubes la luna naranja observa incrédula la pureza del hilo de plata que corre por el río. Los abedules y robles celebran el hecho bailando con el viento. Libélulas luminosas zigzaguean con alegría entre los heliotropos llenándolos de chispas incandescentes. Los búhos abren desmesuradamente los ojos al comprobarlo. El croar de las ranas y el chirriar de los grillos, antes recónditos y distantes, se hacen visibles, fehacientes, palpables. Todo es armonía en la perfecta naturaleza. En la fauna y flora nocturnas ya no existe el depredador más temible e insaciable de todos los tiempos.