Monterrey.- Eligio eligió el artilugio de la lira poética para aliviar sus males espirituosos.
Eligio eligió la mórbida luna de la desesperanza para curar sus cuitas.
Eligio eligió el subterfugio de los versos, juglar triste, para cantar sus loas.
Eligio eligió el sonoro serruchar de los grillos para animar al mundo literario.
Eligio eligió el refugio de la soledad, rosas marchitas, para renacer en cada nueva encomienda literaria.
Eligio eligió el vocifugio de sus detractores para elevarse entre sus férreos hábitos de escribano.
Eligio eligió no tener interludios que irrumpieran su mágica tarea de reinventar mundos líricos.
Eligio eligió el ripio de los versos trashumantes para dignificarlos ante los castos oídos de la crítica.
Eligio eligió el intersticio de la cortesía para el diario contacto con sus prójimos.
Eligio eligió el subrepticio correr del arroyuelo para andar como niño por el mundo.
Eligio eligió la cantilena de la cigarra para redescubrir y contar el talento de otros escritores.
Eligio eligió el efluvio del silencio para desenmascarar las frases hirientes, las no dichas.
Eligio eligió el alejamiento de Dionisio y sus embriagadoras falsedades hirsutas.
Eligio eligió la tenue luz de la luciérnaga para imbuir a los demás la sencillez de su estirpe.
Eligio eligió el armisticio de la primavera para mostrar siempre lo mejor de sí mismo.
Eligio eligió el destierro del maleficio del odio con su camaradería a toda prueba.
Eligio eligió el sacrificio de sus horas y estancias para otorgarle un mejor rostro a la literatura norestense
Eligio eligió el solsticio de su cálida sonrisa para celebrar la ingeniosa creatividad de sus expresiones.
Eligio eligió el diluvio de darse a los demás como clave secreta de su felicidad en esta tierra.
Eligio eligió el beneficio de ser selectivo para elegir a sus auténticos amigos, yo le quiero y admiro.
Eligio eligió la metalurgia heterogénea del espacio y el tiempo de las palabras para volverse eterno.