Monterrey.- Lleva años encerrado en el sucio portal. Desnutrido y pulguiento. Su pelo blanco se tronó grisáceo. Sus orines y heces enardecen el sentido del olfato. Gira en círculos interminables ante la menor provocación de una presencia, dispuesto a arrancarse la cola. Le ladra hasta las moscas. Intimidan sus colmillos amenazantes cuando alguien atraviesa la calle. Su rutinaria vida se circunscribe a un espacio de 4 x 4 metros. Siempre histérico, pobre. La sociedad protectora de animales encarcelaría a sus dueños, ellos, bien gracias… No quiero ni pensar el día que logre escaparse, provocará una horrenda tragedia…