Monterrey.- No sabes cómo ni cuándo ni por qué ni por donde… Llega y te abruma, te invade, te penetra, te jode… Te devana los sesos… Hurta tu fe, alegría, sueño, sosiego, esperanza… Se lleva tus músculos, tus ilusiones, tu apetito, tu memoria, tu sentido del gusto, tus ganas de vivir… Te hace doler todo, uñas, dedos, pies, manos, cabeza, espalda, ojos, oídos, coxis, garganta, duele hasta el alma… El tiempo se torna relativo y eres incapaz de distinguir entre el día y la noche… Mueres de miedo pensando en el inminente final… El testamento y los seguros de vida están listos desde hace tiempo…
Cuidados, amor, solidaridad, energía positiva, atención médica, no parecen ser suficientes… La tos es aguda y persistente y tu voz es apenas un hálito, un susurro casi imperceptible… Abominas el maldito cigarro que dejarás para siempre, estás seguro… Adquieres el oxímetro, termómetro, baumanómetro, nebulizador y prevés el tanque de oxígeno, no vaya a ser… Ingieres los medicamentos prohibidos… El infectólogo especializado en herbolaria que te atendió, convencido de que el miedo mata más que el propio virus, te dice que todo pasará, que el efecto pasa pronto y que en pocos días estarás como nuevo, sin embargo, la duda sigue atosigándote…
Cuando estás a punto de colapsar, de tocar fondo en la arena movediza que casi te traga, asfixiado entre los espasmos de tus doloridos pulmones, aislado en tu sombría habitación, algo pasa… No hay túnel ni luz al final ni pendejadas de esas… Solo sientes que renaces, que palpitas, que se renuevan tus tejidos, que otra vez vibras alto con el universo y revives, reverdeces, fructificas… Tu corazón se estabiliza, tus pulmones se llenan de renovado aire y tus ojos vuelven a brillar…
Aunque el maldito Covid se haya llevado diez kilos de tu corporalidad en pocos días y a tantos queridos amigos, seguro estás que habrás de restablecerte, de recuperar poco a poco tus funciones vitales... No sé si sea un invento o no, o una guerra bacteriológica como dicen, entre tantas otras teorías conspiracionales como la del exterminio de los ancianos, en las cuales no crees… La cruel y dolorosa realidad es que la gente se está muriendo… Ya casi repuesto, con una extraña sensación de fatiga que esperas pase pronto, no te explicas por qué fuiste el elegido de la muerte, pero se le cebó esta vez su intento de llevarte, mientras que la risa cantarina de tu nieta en la video llamada acaba por inyectarte un montón de vida…