Monterrey.- Ya pasó el pomposo evento y nada sucedió. A mí me tocó aportar el 1% de mi sueldo, transformado en impuestos, con el que se pagó la feliz y suntuosa estancia de los nobeles y jerarcas religiosos acá en tierras regias.
Parece algo insignificante, porque son apenas 100 pesitos, pero si usted los multiplica por los más de 80 mil maestros que hay en el estado, nomás échele cuentas y verá cuánto es; ¿verdad que es muchito? No pasaría nada si no hubiera escuelas con muchas necesidades, pero ya ve, nos encanta el mitote y presumir lo que no tenemos, sobre todo paz social.
Esta derrama económica es un soberano desperdicio porque, con lo entretejido y mafioso de los premios Nobel es casi imposible para un mexicano obtener alguno de ellos, porque además de “coco” se requiere tener harta lana. Y en cuanto a los religiosos que enarbolaron la bandera de la paz, serán profetas en su tierra, porque acá en “neolandia” cada vez hay menos gente en los templos, los feligreses y acuden solo cuando hay misas para bodas, quinceañeras de algún difunto, aclarando que a estas últimas asisten solo los parientes cuando un muertito se portó bien; y si no, sólo van dos o tres personas a acompañarlo; eso sí, las beatas y fanáticos van casi todos los días a ayudar, orar y comer prójimo.
Volviendo al tema de los líderes religiosos: lo peor de todo es que trajeron su discurso de paz y de la misma manera se lo llevaron, sin aportar nada; dejándonos las mismas guerritas que siempre ha habido por acá: la batalla diaria con la salud, la pelea por alcanzar el transporte que nunca pasa, la cotidiana corrupción con la que hay que luchar a diario, la difícil contienda de la seguridad; y no puede faltar la guerra sucia de los políticos.
La moraleja de esta historia, más allá del oropel y el fandango de los premiados y los patriarcas de Dios, es que debemos pugnar siempre por la paz: entre los amigos, en relaciones de pareja, en la familia, en los centros de trabajo, las escuelas y en toda la sociedad.
¡Baste ya de tantas guerras perdidas! ¡Que viva la paz!