Monterrey.- Cavilando, aquel maestro de la vieja guardia, arrellanado en su sillón de jubilado, aún se hacía la axiomática pregunta: ¿por qué no se educan…? Y, esgrimiendo un sinfín de argumentos, respondía para sus adentros…
Porque no quieren, por puro hedonismo, porque están solos, sin guía ni hábitos, porque les desagrada estudiar, por flojos y apáticos, por intolerantes e irresponsables, porque los maestros actúan igual, porque la escuela nunca ha cumplido sus expectativas, porque su zona de confort es agradable y mullida, porque así lo heredaron de sus padres, porque carecen de recursos económicos, porque la tecnología sigue siendo cara, por el contexto que los determina…
Porque mamá los consiente, porque no hay estímulos sociales ni culturales para ellos, porque les acaba gustando el rol de ninis, porque son pobres de espíritu, porque no le ha tocado sufrir, por pendejos, porque papi no tiene lana para costearles una carrera, porque no les gusta batallar sin saber que batallarán más, porque no leen ni escriben más allá del recinto escolar…
Porque no tienen un proyecto de vida, porque han sido educados para vivir en la mediocridad, porque solo su hermano mayor tiene derecho a estudiar, porque son mujeres, porque son inmaduros, porque les vale su futuro, porque sus valores se fueron por el caño, por ignorancia, porque carecen de la más elemental ética, porque sus padres tienen lana suficiente, porque el importamadrismo es su lema, entre otras múltiples razones.
Entonces, concluía el viejo maestro, por eso tenemos una sociedad enferma, habitada por asesinos, ladrones, pervertidos, prostitutas, frustrados, resentidos, iracundos, enajenados, esquizoides, conviviendo en un ambiente tóxico en el que reina la corrupción. Eso es lo único que transmite la escuela y reproduce la sociedad, generación tras generación. ¡Hasta cuando…! Hasta que ellos lo quieran, pero, ¿quién los sacudirá y arrancará la venda de sus ojos…?
¿Los maestros? No. En sus más de 40 años de servicio había logrado poco… ¿La escuela? Tampoco, ha sido casi nulo el avance para educar a la gran mayoría declarada como analfabetas funcionales… ¿La familia? Tal vez, es en el núcleo familiar donde se forja todo, carácter, hábitos, espíritu… La clave está en el mismo ser humano al que hay que deseducar y reeducar hasta forjar un ser libre, independiente, ético, autónomo, consciente de su unicidad y responsabilidades ante el mundo. Solo que nos falta por lo menos un siglo para ello, pensó el viejo profesor, desdibujando un profundo suspiro…