Monterrey.- No puede haber un ser más solitario. La casa parece abandonada. Tiene semanas con el insomnio aguijoneando sus ojos y su nuca. Autómata en pos de la demencia. A punto de devanarse los sesos. Le intimidan las imágenes de trastos sucios y ropa regada pero no hace nada por remediarlo. Todo lo que toca estalla como bomba por sus recalcitrantes nervios. Si alguien osara hablarle sacaría su espada y los perforaría con su rabia. No se aguanta ni solo. Apenas ingiere algún alimento. Ha perdido peso en vez de ganarlo.
Esqueleto viviente. Su mujer también se convirtió en fantasma. Habita entre las sombras del pasado y un futuro incierto que lo colma de dudas. Ahogado en la desesperación provocada por el pandémico encierro. 18 meses ya enclaustrado en su habitáculo. Ensimismado en la virtualidad. Comienza a confundir realidad con fantasía. Atemorizado por sus otras afecciones. El miedo le cala hasta los huesos. Si salgo me muero, deduce. Quizá muy pronto se convierta en pavoroso espectro… ¿O ya lo es…?