Monterrey.- Hay otro mundo de subterfugios y canonjías secretas. Allí habitan, arrastrándose entre sus propias babas pestilentes. La cara que dan al pueblo nunca es la verdadera, es una máscara sonriente que oculta su avaricia. Todo lo que está detrás de ellos es lo que verdaderamente importa, allí se entretejen alianzas aparentemente absurdas, pero siempre productivas. Lo venden todo, hasta la dignidad y no les importa pauperizar su entorno. Son una perenne falacia de promesas incumplidas puesto que los baches siguen allí. Acortan el camino hacia la auto riqueza evadiendo impuestos y endeudando a los estados y municipios. Realmente no hay partidos son solo una secta de adoradores del becerro de oro. El pueblo seguirá soportando en su espalda sus infinitas corruptelas y derroches. Ningún político se salva. Nadie escapa al yugo del corrupto poder.