Monterrey.- Existen varias acepciones de la palabra secuestro, o más bien, lo que varía es el objeto secuestrado, que puede ser una institución, un partido político, un bien material o una persona, quien, si corre con suerte, a duras penas salvará su vida.
He sabido de casos muy tristes en los que el secuestrado es un niño quién ya jamás regresa a casa, o del tristemente célebre secuestro “exprés” en el que la persona es recuperada, por así decirlo, pero no sana y salva, si no traumatizada por los golpes y vejaciones de las que fue víctima.
También hay situaciones en las que un directivo escolar es prácticamente secuestrado por el personal o por el propio sindicato de la institución educativa, entonces el director o directora acaban siendo vituperados, recluidos, minimizados o destituidos después de colocarlos en un oscuro rincón del edificio escolar.
A veces lo que secuestran es un partido político o una institución completa, con todo y su infraestructura, incluida; “vamos a tomar las instalaciones”, dicen, y es bien sabido que no es para mejorarla, sino para corromperla, como ha acontecido varias veces en el sindicato de maestros.
Pero que secuestren un enorme parque público, completito, para hacer negocios en “lo oscurito”, no tiene progenitora. Su nombre lo indica, público, y bastante se batalló para que el gobierno cediera el inmenso terreno de aquel emporio industrial del acero, para donarlo a la gente, al pueblo.
Sin embargo, día con día aparecen más y más concesionarios que se han adueñado, prácticamente de todo el terreno del parque, a tal grado de destruir zonas arboladas para colocar allí sus vendimias de comida chatarra, cerveza, o poner poderosas estructuras de fierro y aluminio para sus venales eventos o sus alienantes espectáculos también de música, chatarra.
Quienes lo visitan seguido, en sus caminatas diarias, se percatan de que apenas acaban de quitar los puestos de una feria, dizque para el pueblo pero con platillos y juegos a precios exorbitantes, y ya iniciaron con la instalación de un gigantesco y férreo armatoste. ¿Quiénes salen ganando con estos ventajosos eventos que se organizan en un parque supuestamente público?
Una vez que un señor caminaba tomando fotos con su celular, le dijo una señora encabronada, “tómele foto al páramo, mire cómo dejaron sin arbolitos para hacer aquí sus fiestas hediondas, esas de la cerveza no sé qué, que solo envenenan a nuestros jóvenes.”
A veces ocurren incidentes leves o accidentes serios y es común que los guardias del parque asuman una actitud prepotente y mamona que agrava el asunto, en vez de solucionarlo. Niños que atropellan gente o se atraviesan de manera imprudencial ante el descuido y desfachatez de los padres. Ciclistas que atropellan sin querer a personas distraídas. Denuncias ignoradas, barreras por todas partes, en fin, un lugar hermoso que se torna inseguro ante la falta de capacidad de los vigilantes. Realmente, el Parque Fundidora nunca ha sido del pueblo y para el pueblo. ¿Qué se puede hacer al respecto? ¡Adivinó! Absolutamente nada.