PEREZ17102022

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Sigifredo
Tomás Corona

Monterrey.- Sigifredo fue siempre un “cerebrito”, y aunque dicen que los nerds no descollan ni progresan, y en el futuro se vuelven seres totalmente inútiles que acaban metidos de burócratas, aun con todo su intelecto, él no, pues aunado a su inteligencia, poseía el don de la persuasión, y pronto aprendió a aplicarlo para su beneficio.

El día menos pensado llegó a dirigir aquel equipo de jovenzuelos que se encargaría de promover a un candidato político, quien exigía que le crearan y operaran una campaña excepcional.

Sigifredo aplicó su conocimiento y verborrea para persuadir a aquella gente que terminó convencida de que iban a transformar la  sociedad y el mundo entero.

Se hizo de un buen amigo contador, porque la tarea más relevante de su puesto era el manejo de las finanzas y recursos, irónicamente aportados por el mismo sistema de gobierno; aunque nadie ignora que los candidatos deben aportar una fuerte suma de dinero de su “bolsa”, lo cual indica que una condición para ser político en México es tener “lana”, es decir, solvencia económica.

Era larga la lista de cosas por comprar y actividades por hacer, como mover a las cuadrillas de gente a puntos estratégicos, con todo lo que ello implicaba: entrevistarlos, convencerlos, contratarlos, pagarles una “baba”, dotarlos con los implementos necesarios y moverlos hacia los espacios elegidos.

Cabe señalar que eso no es nada barato, sobre todo en los últimos días de campaña, que son más intensos. Ni se diga la renta de los vehículos para transportar a la gente y el costo de la gasolina.

Sigifredo tenía luz verde para comprar todo lo que le diera la gana, siempre y cuando justificara el gasto como necesario para hacer propaganda y promover, para su futuro puesto, al susodicho político. Entre otras onerosas minucias, mandó a hacer y compró folletos, trípticos, calcomanías, regletas, banderines, astas, tabloides, anuncios, panorámicos, llaveros, botones, abresodas, imanes, gafetes, mandiles, morrales, pulseras, gorras, camisetas; instrumentos para las batucadas, aperitivos para la raza, entre otras pendejadas totalmente inútiles, que al poco tiempo se transforman en basura. A veces la gente aprovecha las lonas para hacerle casitas a sus mascotas. Lo demás lo tira.

¿Sabe usted cuánto se gasta en todo eso? No importaba, todo se paga con dinero del erario público, con los carísimos impuestos que los ciudadanos comunes pagamos. Así las cuestiones políticas en nuestro lindo país, donde la corrupción se ve lustrísima y la honradez brilla por su ausencia.