Monterrey.- Siempre me he preguntado por qué ese empeño en querer meter todo “a chaleco” en la realidad educativa mexicana y nuevoleonesa. Modelos educativos extranjerizantes como el finlandés o el de Singapur, son trasladados en automático y sin ninguna adaptación a un contexto que para nada les corresponde y, por razones obvias, van directo al fracaso.
Algo semejante sucede con el enfoque y la metodología STEAM, la educación dual, pues no existen las condiciones para su adecuada aplicación en escuelas sin recursos que a duras penas sobreviven. Asimismo, tampoco comprendo ese afán de aplicar instrumentos evaluativos ajenos, como en su momento se aplicaron las evaluaciones TIMSS o el examen de PISA (creo que este todavía se aplica), que no corresponden con los bajos niveles de aprendizaje de los estudiantes mexicanos o nuevoleoneses.
Pasa lo mismo con las planeaciones (ahora el programa analítico), o los exámenes elaborados por empresas editoriales que son comprados y cuyo contenido refleja una evaluación ideal y bastante utópica, que nada tiene que ver con lo que se aprende en las aulas.
Acabo de leer con asombro que se aplicó un instrumento evaluativo colombiano para medir la calidad de la educación inicial y preescolar de los niños nuevoleoneses.
¿Cuál es el fin, la teleología de este tipo de acciones? ¿Acaso es parte del mercantilismo educativo que ha existido siempre en el sistema educativo mexicano, o realmente es para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje? Se lo dejo de tarea.
Seguro estoy que existen docentes bien preparados, que poseen un perfil de evaluadores, el cual les permitiría crear instrumentos adecuados a nuestra realidad educativa. Lo mismo pasa con el currículum, es decir, docentes diseñadores de programas educativos que serían acordes a los alumnos de escuelas mexicanas, que nunca son tomados en cuenta.
Pero esa es otra historia que les contaré en otra ocasión.
¡Muera el malinchismo educativo!