Monterrey.- La extraña mujer, una beata en toda la extensión de la palabra, es más, casi monja, se acercó sigilosa hasta la barra de mi bar para preguntar algunas cuestiones más extrañas todavía. Que si yo era tal persona, si conocía al Lic. Arístides López, si venía a mi cantina (así dijo la gacha), si venía solo, es más, me cuestionó incluso mi preferencia sexual. Le fui respondiendo lo que pude y quise y de pronto “la monja” fue presa del llanto y como soy buen samaritano le ofrecí mi hombro para que llorara a gusto. Fue entonces cuando se descosió con la monumental noticia. Resulta que el Lic. López, quien falleció por causa del Covid hace unos días, tenía contenida en su celular una caja de pandora y cuando una de sus hijas la abrió, brotaron de ella un sinfín de perversiones, bueno, no tanto, pero sí un montón de videos pornográficos de pelados con pelados y varios nombres y números de celular de señores que la mujer-monja-sufriente se dio a la tarea de investigar, yo entre ellos, se negaba a aceptar que su recto, religioso, moralista y conservador marido era un “pecaminoso” homosexual. Es de suponerse que el santo varón ha de estar gozando, con tanto diablo, en la calentura del infierno.