En ese mismo instante acudes presuroso a la sucursal más cercana, para aclarar el vergonzoso entuerto. Y ¡oh, sorpresa!, vuelves a chocar frontalmente con el mudo del absurdo y la estupidez que caracteriza a las dependencias públicas y privadas de todo el país. Resulta que cuando diste de baja el “plan” de tu esposa en la nefasta compañía, y aunque saldaste ¡todos! los adeudos pendientes, incluido un ajuste por demás extraño, ajuste disfrazado de rapiña o ratería, se activó “automáticamente” un número de celular para “proteger” el número que tú ibas a conservar. El asunto es que nadie te avisó de eso.
Se supone que adeudas varios meses en la cuenta de ese número celular. Reclamas ferozmente que tú no debes nada, y nada pagarás, pues fueron ellos quienes “crearon” el número y ni siquiera te avisaron, que para ti ese número no existe. El gordo pedorro que te atendía también se sulfura y te dice que allí están el número y el adeudo y que, si no lo pagas, el “jurídico” te seguirá molestando hasta que lo hagas. Reclamas el porqué de las llamadas a la secundaria y, con cierto sarcasmo, el marrano encorbatado te dice que “los del jurídico te buscan hasta debajo de las piedras para dar contigo”.
Ni siquiera entiendes por qué te enviaron a un “departamento jurídico” externo a la compañía, considerando que adeudas la irrisoria cantidad de 317 pesos. “Políticas de la empresa”, dice el bodoque con cierto orgullo vano. Pues qué empresa tan jodida y ratera, exclamas desde el fondo de tu hígado. El obeso barbón se mantiene incólume. Una llamada de tu esposa irrumpe tu ira, pero es inútil, resulta que los del pinche “buró jurídico” ya la habían llamado también a algunos familiares y amigos, y los habían tratado de la manera más burda y grosera. Y entonces estalla en tu pecho lo “Rodríguez”, te sale el diablo, pues, y fluyen de tu boca palabras capaces de destruirlo todo.
Tu demoledor discurso va desde la lentitud en la atención, el desperdicio de tanta tecnología que acaba dañando a los clientes, los fabulosos planes que en realidad son planes para el endeudamiento de los usuarios; pasa por la actitud entre parsimoniosa, mustia y culera de los empleados, todos cortados con la misma tijera de una política por demás inicua e inhumana, como se roban los datos que no gastas de los planes y acabas recordando con vociferante voz a la madre de Slim, quien ni culpa tuvo de parir ese voluminoso engendro. Rojo de ira pagas la deuda en la caja, te aseguras que todo esté en regla y huyes despavorido de ese aberrante y aséptico lugarcejo.
Pero… No te aseguraste si con el pago y el reporte del mismo acabaría la pesadilla de las llamadas del culero “buró jurídico”, y si con ello cancelarían también el maldito número que sigue siendo inexistente para ti; te desconoces, porque no tuviste la precaución de registrarlo… Tendrás que volver…