Monterrey.- Huelen a rancia estirpe, a transa pestilente, a socavón infecto. Su dudoso linaje se sustenta en la explotación de su prójimo. Son lobos hambrientos, hienas carroñeras, buitres que se alimentan de despojos que plácidamente degustan. La venalidad corre por su sangre azul corroyendo sus vísceras y alimentando su negra conciencia. Poseen negocios “honorables” que sirven como parapeto para cometer sus fechorías, aprovechándose de las necesidades del otro. Se sacian hasta dejar a sus congéneres en la más oprobiosa miseria. Como lepra, van carcomiendo a sus víctimas, hasta dejarlas en los huesos. Se quedan con todo: propiedades, dinero, vehículos, moviéndose hábil y sigilosamente en la mórbida clandestinidad. Utilizan, para su nefasto beneficio, los hoyos negros de las leyes, para agenciarse todo tipo de prebendas y heredades por la “vía legal”, embargándolo todo. No les importa que sus clientes acaben en el suicidio o en el asesinato. Seguro estoy que usted se ha cruzado alguna vez en su vida con una de estas lacras sociales. ¿Por qué existen…?