Monterrey.- El discurso político-educativo data desde hace más de un siglo y poco ha variado. Desde los tiempos de don Porfirio se señalaba que el bienestar de México estaba sustentado en la educación, se ensalzaba el fervor patrio y se decía que los niños eran el futuro del país. Una vil mentira, nada piadosa.
Cada sexenio gubernamental los ministros, ahora secretarios de educación, tanto estatales, como el nacional, han repetido lo mismo de manera inexorable. “La educación es la base para un México mejor”, “la patria es primero”, “los niños son la clave de un futuro promisorio para nuestra nación”, entre otras frases y lemas parecidos a estos. Pura falsedad.
En los últimos lustros han enviado misivas a cada profesor, al iniciar su periodo, en las que prometen “el cielo y las estrellas”, “las perlas de la virgen” o como guste usted llamarle, pero en realidad son “sueños guajiros” que jamás cumplirán. Así sucede con los baches de las calles que tienen años sin repararse y los alcaldes (otros grandes mentirosos) prometen arreglarlos cada trienio.
A todos los profesores nos queda claro que, desde hace mucho tiempo, el discurso educativo, vacío y panfletario va por un lado y la realidad escolar, injusta y desquiciante, por otro, eso nos deja una sensación de antaño de que nada ha cambiado ni cambiará nunca, sin embargo, seguimos trabajando como siempre, aunque las escuelitas se estén muriendo de inanición.