Te vas, pero no te vas porque algo dejas: la rutina, el cansancio, la pereza, los pendientes que hacían estallar tu dolorida cabeza.
Pero realmente lo necesitabas, el viaje postergado por fin llega y con él, el sosiego de tu alma, la incompartida soledad, la acuciosa reflexión y tu paz interior recuperada.
Ya sabes qué camino seguir, se estremece tu alma atormentada, vislumbras la centella que te guía, la oportunidad esperada; consciente que la vida es todo o nada.
El amor o el odio, la paz o la guerra, la derrota o el triunfo, la duda o la certeza, la noche o la alborada.
La decisión es tuya, el pantano o las alas. Te vas, te alejas, te liberas, regresas, sumérgete en el mar de la alegría, inúndate de fe, llénate de gracia; ¡no dejes que de nuevo te agobie la tristeza!