Monterrey.- El ojillo de la pistola posado en mi sien derecha me hizo evocar un aberrante escenario…
- ¡Vieja, ya llegué…! Hoy tuve suerte, una laptop de las nuevas, un celular chingón y 3000 pesitos de su tarjeta. El pobre pendejo se cagó de susto como
siempre, jajajaja… No dijo ni pío, si se ponía loco le hubiera dado una madriza, jajajaja… Llévale las cosas al Don, a ver cuánto te da por ellas, dile que no
se la bañe… Sabes qué, mejor déjale el celular a la niña, el que trai ya está muy madreado, llegas de pasada con el Víctor para que lo formatee, no vaya a
ser el pinche diablo… Te traes algo de despensa, pero no me chingues… ¡Ah…! Y no se te olviden mis caguamas…
¿Cómo pueden vivir de esa manera, llevando a casa el botín de lo hurtado como si fuera el “chivo” (como decían los abuelos) para la manutención de la familia…? ¿Cómo puede la familia entera ser cómplice y coexistir con un sujeto así…? ¿Qué les depara el futuro a sus descendientes, sino una vida sin valores plagada por la infamia, la violencia y la muerte, sustentada en un lujo que solo es apariencia…? Él, cualquier día acabará destripado en una calle oscura y ni tiempo le dará para arrepentirse, mientras su prole llorará y rezará esgrimiendo al mundo lo bueno que era el pinche ratero…