PEREZ17102022

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Vuelen
Tomás Corona

Monterrey.- Qué bueno que todo cambia, aunque, en todos los ámbitos y contextos muchos vicios, rituales y malos hábitos se empeñen en permanecer, como la barbacoa dominguera con tortillas de harina y la carnita asada regia, ah, y la cervecita, que lo único que dejan son colesterol, ácido úrico y triglicéridos excesivamente altos. Ni se diga de la “droga cola” que tiene a mas del cincuenta por ciento de los ciudadanos del mundo con una severa diabetes. El derroche mexicano generado por el consumismo y los gastos superfluos, el afán de aparentar en lugar de ser, entre otros

Y así, podría enumerar un sinfín de situaciones y ambientes como el matriarcado, patriarcado, machismo, feminismo, burocracia, corrupción, en los cuales la inercia, la flojera y las zonas de confort inhiben subrepticia o frontalmente la innovación y los cambios que pudieran darse para mejorar la vida de las personas y las mantienen alienadas creyendo que “eso es lo mejor”. Sin embargo, algunos tenemos la suerte y la capacidad para romper esas a veces milenarias cadenas que nos marca la tradición, sobre todo en México.

Una de las cuestiones que quizá ha cambiado poco, porque no todas las familias logran sobresalir de su mediocridad y ponen a trabajar muy pronto a sus hijos, es el obligarlos a estudiar y ejercer la carrera que estudiaron los padres e incluso a veces los abuelos, hasta les ponen el mismo nombre. Doctor Víctor primero, segundo y tercero. Algunos descendientes se rebelan, pero la mayoría sigue con ese anquilosado mandato que los constriñe y nulifica además de ser una cómoda zona de confort.

Mis hijos no, los formé en un ambiente en el cual imperaban la comunicación, democracia, justicia, libertad, independencia, ahorro, honradez, empatía, manejo de emociones y sexualidad con responsabilidad. Muchas veces fui severamente recriminado por el conservadurismo familiar, como cuando las mojigatas tías vieron la copa repleta de condones en la cómoda de la habitación de mis hijos. Siempre les he regalado este “consejo de oro”, cada vez que tengan oportunidad, ¡vuelen!