Desde que Porfirio Díaz cautivó a los mexicanos adinerados con el afrancesamiento en una sociedad sustentada en la barbarie, o mejor dicho, en la explotación de los campesinos mexicanos que entregaban su vida y mano de obra en las tiendas de raya.
P.D. Recuerdo a una secretaria de educación, no digo su nombre por respeto y porque ya está sentada a la diestra del señor. Cuando esta “señorona” (no como la que tenemos hoy) fue a la ciudad de Davos, allá en la poderosa Suiza, a un foro mundial sobre tecnología, por azares del destino me tocó revisar el fastuoso y falaz discurso que iba a exponer allá, en el cual se decía que Monterrey era ya una ciudad del conocimiento y que había acceso a internet aún en los rincones más apartados, pero sobre todo en las escuelas, de esto hace ya un buen número de años y no he visto todavía que eso suceda.
Finalmente, ¡todos! los empleados de gobierno son como alfiles, o mejor dicho, como títeres, cuyos hilos son movidos por un titiritero mayor, dueño y señor de sus voluntades y deseos. Por eso mienten con tanto desparpajo.
¿Usted les cree?