Hoy el factor vecindad ya es poco efectivo como factor para desalentar la amenaza, porque la tecnología de la destrucción ha generado misiles intercontinentales ampliando el espacio del miedo; y Corea del Norte cotidianamente lo alimenta lanzando misiles al mar, hacia Japón.
La historia de la humanidad parece ser la de la guerra y el miedo, acompañados con el terror, cuya finalidad es infundir miedo.
En la política el miedo parece ser piedra fundamental para movilizar apoyos y desmovilizar los apoyos al contrario, ya sea amenazar con graves consecuencias, como hace Trump para tratar de evitar su enjuiciamiento, o auto atacarse, como hicieron los nazis para entronizarse y volcar su odio contra un miedo irreal e irracional contra los judíos.
Pensar en el uso del miedo viene al caso ahora que leo que “pseudo periodistas” de muy dudosa reputación introdujeron la noción de un posible asesinato de la precandidata presidencial Xóchitl Gálvez, buscando infundir un miedo de consecuencias desastrosas, en caso que esto sucediera. Sin duda sería una tragedia personal y familiar y sería usado para atacar al gobierno.
La derecha conduce una campaña prolongada de miedo. En 2006 iniciaron aquello de que López Obrador era un peligro para México, y fueron colgándole elementos no necesariamente ciertos para hacer creíble el miedo. Había quemado pozos petroleros y quemaría al país. Nunca había trabajado y sería incapaz de gobernar. Tiraría el valor del peso a 35 pesos por dólar por irresponsable y muchos les hicieron caso y se dolarizaron. Convertiría a México en Venezuela, o Cuba, porque era igual a Hugo Chávez; y los rusos pagaban su campaña, lo que lo volvía comunista, aunque el comunismo en Rusia está moribundo.
Dicen que López Obrador se reelegirá porque en realidad es un gran dictador y cancelará las libertades como cualquier dictador; cada vez que él lo niega, para la campaña derechista es una señal de que miente; y si de algún miedo alerta la historia mexicana, es sobre la repetición de la dictadura de Díaz, aunque el derechista Vargas Llosa habló de una ficticia dictadura perfecta.
AMLO quiere destruir la selva del sureste y afectar las fuentes de agua en la península de Yucatán, lo acusan de ecocidio y etnocidio, siendo que ha propiciado acciones de justicia para los pueblos originarios.
Ahora circulan la versión de que le tiene miedo a Gálvez, lo que la pone a ella en peligro de ser asesinada y ella alimenta el argumento diciendo que los dichos presidenciales disparan violencia. La auto victimización alimentada por el miedo inducido.
La sociedad mexicana está mal informada, muchos norman sus criterios y opiniones por medio de mensajes que reciben y sin confirmar los datos, amplifican la campaña sucia, aunque el tiempo les ha demostrado que las razones del miedo son espurias. Un amigo me comentaba que, aunque el peso está fuerte, sin duda que venía una gran devaluación, porque hay que tener miedo.
Ninguna de las predicciones negativas sobre AMLO ha resultado cierta; el peso se revaluó a menos de 17, él mismo precipitó el inicio de la sucesión presidencial, para dar certeza política; ha dado muestras de buen gobierno, al manejar adecuadamente la pandemia del COVID y lograr que la economía no se derrumbara; trabaja para construir el futuro, rehabilitando la infraestructura.
En el país hay una libertad poco común. Al presidente se le insulta con frecuencia y los periodistas tienen un acceso inusual en las mañaneras. Abundan los bloqueos de calles y carreteras, sin que haya represiones contra los manifestantes; ese es, posiblemente, el contenido de abrazos y no balazos.
AMLO no ha arreglado todos los problemas nacionales, ni ha resuelto los desequilibrios creados por los larguísimos años de neoliberalismo rapaz, mucho menos ha eliminado al crimen autorizado, que implica contubernio entre política y crimen.
La derecha arremete con xenofobia y racismo para alimentar la campaña presidencial, siguiendo principios nazis ultranacionalistas.
Todo presidente hereda problemas y situaciones, debe atenderlos y resolverlos; en sus cuentas está el querer y poder hacerlo, y en este caso, luchar cada día y a cada paso en contra de la campaña de miedo que asola al país desde hace casi dos décadas.
Ojalá la derecha entendiera que es tiempo que reclama política y no crear y dispersar mentiras.