GOMEZ12102020

Mijail Gorbachov, el fin de una era
Asael Sepúlveda

Monterrey.- Mijail Gorbachov estuvo en el Museo MARCO, de Monterrey, a principios de la década de los noventas, del siglo pasado. Invitado por la Sociedad de Alumnos del Tec de Monterrey, el último Presidente de la Unión Soviética compartió sus experiencias aquí.

Con la era Gorbachov, nos familiarizamos con dos conceptos clave: GLASNOST y PERESTROIKA. En español, transparencia y reestructuración, que fueron los procesos centrales con los que Gorbachov intentaba mantener a flote al barco moribundo del primer gobierno de corte marxista en el mundo. Renovarse o morir. En ese intento, la URSS no pudo renovarse y se disolvió en varias repúblicas tan envueltas en contradicciones, que cuando menos dos de ellas son hoy el escenario de una guerra, irracional como todas las guerras.

Los gobiernos de nuestro tiempo, aunque se declaran partidarios de la transparencia y de la renovación, conservan sus viejas prácticas y se resisten a transparentar. Tanto se resisten, que ha sido necesario crear comisiones de transparencia locales y federales que se enfrentan a obstáculos mayúsculos para cumplir con su tarea. Por frío cálculo, por lisa y llana ignorancia o por holgazanería, los gobiernos y demás sujetos obligados se resisten a la transparencia. Tal vez se ven al espejo de Gorbachov, que en el esfuerzo por transparentar perdió el gobierno.

Que Gorbachov era un político nato, ni duda cabe. Todos recordamos cuando viajó a Estados Unidos, su enemigo histórico, para dialogar con Ronald Reagan, que por aquellos años estaba empeñado en militarizar el espacio a costos colosales pagados por los ciudadanos. Días antes de la reunión, Reagan, pagado de sí mismo y como jefe del Ejército más mortífero del planeta, declaró que la Unión Soviética era el gran Satán. En respuesta, Gorbachov, con un espiritu más universal, declaró, simple y llanamente: “Que Dios nos ayude”.

Es posible que en esa expresión de esperanza, Gorbachov haya recordado una broma que había hecho Reagan meses antes, cuando ante un micrófono abierto por accidente dijo que declaraba la guerra total contra la Unión Soviética. De ignorancia kilométrica, Reagan murió sin saber que pocas cosas hay tan serias como una broma, porque nos revelan tal cual somos. Y ese era Reagan, el que hubiera disfrutado declarando la guerra.

Por fortuna, Gorbachov no era militarista y se movía con otros valores. Tras su salida del poder, Moscú quedó como capital de la Federación Rusa, el más poderoso de los países que en su momento conformaron la Unión Soviética. Qué bueno que en aquellos años estaba lejos de llegar al poder un espía de mediano rango, que en nuestros días gobierna Rusia y da rienda suelta a su visión militarista. Pero son otro tiempos y otros temas.

Descanse en paz Mijail Gorbachov, el último Presidente de la Unión Soviética.