Durante campaña, se prometió y se habló enfáticamente que la «vieja política» había que dejarla atrás. Se prometió que Nuevo León sería la cumbre de la «nueva política». Sin embargo, es el mismo gobernador, Samuel García, quien ha faltado a su palabra, al ser él, el principal incentivador de que alcaldes y diputados de otros partidos, «salten» al suyo (se pinten de naranja).
Ante esto, algunos dirán que no hay por qué alarmarse. Al fin y al cabo, esa «vieja política» siempre ha estado presente en el Estado y en el país; no habría por qué asombrarse ahora, pues las cosas siguen igual: no ha pasado nada.
Pero, precisamente, por esa razón, este fenómeno habría que escalarlo y plantearlo desde un ángulo distinto; hay que dejar un poco de lado la temática de la representación. Actualmente, es un tópico muy controvertido; importante, por su puesto, pero que al parecer no lleva a nada.
Últimamente, la expresión popular suele desatenderse. Por lo mismo, en los últimos ejercicios democráticos, lo que no se ha ganado en las urnas, se ha pretendido ganar en los tribunales (el fenómeno de la judicialización de las elecciones). No importan los resultados de los comicios, sino la validación del Tribunal Electoral.
Entonces, ¿cuál es ese enfoque? Contrario a lo que algunos pueden creen, lo que está ocurriendo es de preocupar; y mucho. Sencillamente, porque «monotonía, no es diversidad».
Según el gobernador, abrió las puertas a su partido, para enfrentar las «amenazas» planteadas por el Congreso, el cual plantea «quitarle» la UIFE y la administración tributaria.
Pero, si esto es algo malo, habría que especificar por qué exactamente lo es; en cambio, lo que hace el gobernador es «pintar de naranja» a miembros de otros partidos. Y ese es el gran problema.
Si todos son naranjas, o la gran mayoría lo es, ¿dónde queda la diversidad? Se necesita de una oposición; la representatividad, en efecto, ya no es tan homogénea, sino heterogénea. Vivimos en un mundo donde la diversidad nos permite observar otras causas.
Incluso, esto es reconocido por el propio gobernador, en su proyecto de reforma constitucional integral: «Nuevo León debe ser el oasis de la tolerancia, es decir, que ninguna ideología lo suficientemente fuerte para eliminar a las demás, donde se tenga respeto a todas y todos aquellos que no piensan igual que nosotros y donde los únicos límites a la libertad sean los contenidos esenciales de los derechos humanos».
No obstante, la realidad es otra: «del dicho al hecho, hay mucho trecho», se suele decir. Por tanto, ¿dónde está el «oasis de la tolerancia»? Que alcaldes y diputados se cambien de bando, ¿no es imponer una ideología? Acaso, ¿no hay respeto por la intención del Congreso de convertir a la UIFE y a la administración tributaria como entes independientes al ejecutivo?
Finalmente, todo recae en lo ya dicho: «monotonía, no es diversidad».