GOMEZ12102020

Monterrey: 24 historias
Eligio Coronado

Monterrey.- Periódicamente se proyectan antologías o compilaciones en torno a un tema específico, ya sea por su importancia, tradición o actualidad. Ese es el caso de Monterrey 24*, donde dos docenas de plumas ubican sus historias en o cerca de nuestra capital regiomontana.

     La intención parece ser rescatar el sentimiento de lo regio o el espíritu que nos impulsa a seguir aquí, en esta urbe industrial que obviamente no nos quiere.

     Entre los tópicos abordados sobresalen: la muerte (Daniel Salinas Basave / Vanessa Garza), el terror (Sofía Segovia), el sexo (Priscila Palomares), el aborto (Gabriela Riveros), las víctimas de secuestros (Ricardo Aguirre Garza), la búsqueda de desaparecidos (Diego Enrique Osorno / Pedro de Isla / Eduardo Antonio Parra), la violencia (Armando Alanís Pulido), el submundo gay (Orfa Alarcón / Joaquín Hurtado / Criseidsa Santos Guevara / Cristina Rascón / Luis Aguilar), el odio a la madre (Elsa M. Treviño), la disfunción familiar (Alejandro Vázquez Ortiz), el desencanto (Lorea Canales / María de Alva), la soledad (Sabina Bautista) y la chismografía (Luis Panini).

     Cada autor (doce hombres y doce mujeres) aporta la magnitud de su oficio, transitando entre lo práctico y lo preciso, sin perder amenidad y coherencia narrativa.

     Las autoras salen mejor libradas acaso porque saben profundizar más en sus personajes o porque pueden dosificar mejor el dramatismo: “(Jennifer) Puja. (…) Toda su energía se concentra en llegar a la otra orilla. Un dolor de esa magnitud nubla la vista, el entendimiento, el oído (…). Su mandíbula estruja los calcetines doblados en su boca. Y de pronto se escucha el llanto. La criatura mojada y sanguinolenta se desliza para salir de sus entrañas” (Gabriela Riveros, p. 235), “Dejar los médicos. Las inyecciones de Clomid. Dejar de rezar. Podía dejar de llorar y estar de luto cada veintiocho días cuando no se hacía la esperanza que no se hacía el bebé que por no nacer estaba más muerto que el muerto más muerto” (Lorea Canales, p. 147), “cuando llegué a casa, ya todo había sucedido. (…): mis hermanas muertas en su charco de sangre y mi madre viva, en el suyo (…). Tanto esfuerzo dedicado a correr para salvar a mis hermanas, para enseñarles, para quererlas. Mejor hubiera sido que dejara a mi madre matarlas el primer día de su llegada” (Sofía Segovia, p. 69 y 71).

     Proliferan las historias de homosexuales, sin poder determinar si es por moda o por los cambios sociales, o por tratarse de un nuevo filón de grandes proporciones, tal y como ocurre con la búsqueda de personas desaparecidas, en donde destacan Diego Osorno, Pedro de Isla y sobre todo Eduardo Parra: “Es una obsesión dañina. No lo ignora. Se le dijeron una y otra vez amigos y familiares al insistirle en que Diana no va a aparecer nomás porque él siga fatigando las calles de la ciudad, al repetirle que debe tener resignación para alcanzar un poco de sosiego y así seguir con su vida” (p. 189).
 
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*Luis Felipe Lomelí, comp. Monterrey 24. Edit. UANL / Promoción de Paz, 2019. 239 pp., Ilus. (Colec. Narrativa).