En Hidalgo, después de 93 años, se fueron abriendo las condiciones para destronar el gobierno de la hegemonía y control político, para dar paso a la alternancia, que ocurrió en 2022. Esto se produjo gracias a la intervención múltiple de factores que hicieron posible la derrota de viejo régimen, arraigado en bases autoritarias y caciquiles, que aún no se logran desterrar del todo.
Los hidalguenses fueron modificando paulatinamente su preferencia por una nueva cultura política, frente a la corrupción y mal gobierno del periodo de la hegemonía pero sobre todo de los últimos 20 años de gobiernos caquistocráticos (kakistocracia) (Murillo, Núñez Soto, Osorio, Olvera, Fayad) que incluyeron ineficiencia, olvido a los problemas sociales, pero sobre todo amor por el robo y saqueo de recursos públicos y privados.
Fueron muchos factores que confluyeron en la alternancia en la gubernatura de 2022. No se puede desdeñar la trascendencia de la coyuntura política nacional y el “efecto AMLO”, que rompió los controles del poder local, pero sobre todo atrajo el “estado de ánimo” y las alianzas pragmáticas, que si bien fueron de carácter nacional, en lo local adquirieron formas específicas de gran polémica; empero, junto a todo esto, lo más importante fue la movilización e inserción de grupos y organizaciones sociales y la clara decisión de los electores por modificar el estado de cosas.
Junto a lo anterior se produjo un realineamiento de votos y preferencias, pero también el traspaso de “liderazgos” y militancia, lo que se denomina transfuguismo, o coloquialmente llamado “chapulineo”, hacía el partido que momentáneamente tiene la mayoría, lo que también suele mostrar la vieja práctica de oportunismo político.
Estamos observando una profunda recomposición de fuerzas en Morena, a nivel nacional y local, donde conviven militancias originarias y “fundadoras” y “liderazgos” recientes, que actúan como grupos de interés o de presión, que casi nunca tienen la legitimidad ni tampoco trabajan por la ideología ni por la consolidación de estructuras. La fragilidad interna e institucional, cuyos cuadros directivos no gozan con la simpatía de las bases, es la causa de conflictos al por mayor.
Hacia las elecciones de 2024 hay una gran paradoja; por una parte se está de acuerdo en que continúe el proyecto de la Cuarta Transformación (4T), a través del “Plan C”; es decir, ganar la mayoría en los cargos de elección, tanto federal como local; pero también la gran expectativa, sobre todo de las bases militantes, es fortalecer la representación de regiones, sectores y comunidades locales por medio de candidaturas populares.
Esa es la gran disputa que se tiene en la selección de candidaturas en todos los niveles, una disputa por el rumbo que debe tomar Morena y la 4T. Las bases militantes de Morena tienen el derecho legítimo a participar y ser escuchadas. Las “encuestas”, cuando se realicen adecuadamente, no como instrumento de imposición, deben ser herramientas para formar una opinión, pero no para decidir el rumbo del cambio político local en Hidalgo.
Se debe de partir de que se quiere hacer un cambio real y verdadero y dejar atrás las formas, alejadas del viejo régimen, de simulación e imposición, por lo que se requiere un proceso de amplia participación y consulta a las bases, sectores y comunidades, pues “el pueblo es sabio”. El Plan C debe incluir una democratización interna y el camino a la consolidación de Morena.