Monterrey.- Hasta ahora, en la historia del clima, lo cotidiano era lo de “años buenos” y “años malos”. A veces las lluvias eran abundantes y en ocasiones escaseaban. En parte por eso se construyeron las represas, para almacenar el agua de los años buenos y utilizarla en los años malos.
En algunas ciudades de Inglaterra ya desde hace tiempo se instalaron sistemas para reutilizar el agua de la que se dispone. Así, la misma cantidad de agua logran utilizarla hasta tres veces. En el caso de la Ciudad de México, con el arreglo de las tuberías a fin de evitar fugas, se ha logrado disponer de cantidades importantes de agua que antes se desperdiciaba.
Ya desde hace tiempo se ha tomado conciencia de que hay actividades “productivas” que consumen grandes cantidades de agua: las empresas productoras de cerveza y refrescos, por ejemplo. También se ha señalado al sector agrícola como el más demandante o el menos eficiente, si se le compara con el consumo humano y la industria.
Cuando se presentaban los años malos de inmediato se iniciaban campañas para cuidar el uso del agua y evitar su desperdicio; por radio y televisión se difundían mensajes para “concientizar” a la población y “educar” a los niños. También se buscaba la forma de disponer de mayores volúmenes de agua, trayendo agua de donde se pudiera.
La cuestión en la actualidad es que el ritmo de los años buenos y los años malos ya se rompió. Desde hace tiempo, a nivel global, se ha llamado la atención pública sobre el proceso del cambio climático que acabará afectando a todo el mundo. El cambio climático se explicó, hace ya decenas de años, como el resultado de los gases que suben a la atmósfera y provocan el llamado “efecto invernadero”.
El uso de los combustibles fósiles, como el petróleo o el carbón, ampliamente utilizados para producir energía, es el principal factor de “contaminación”. Se planteó entonces que lo recomendable era abandonar el uso de los combustibles fósiles –los combustibles sucios– y sustituirlos por “energías limpias”, entre las que se encuentran la solar, el viento, las mareas, la geotermia y la hidráulica. Se agregó después, aunque con cuestionamientos, la energía nuclear.
Los países industrializados, ubicados en el hemisferio Norte, han sido los mayores consumidores de combustibles fósiles y lo siguen siendo. En cambio, los países del Sur global, sobre todo las selvas y ríos en América del Sur (la Amazonía), son los mayores productores de oxígeno, a nivel mundial.
Desde hace años, las alarmas por el cambio climático han sido activadas a nivel internacional. Periódicamente se llevan a cabo reuniones en las que se revisan evidencias y se definen medidas a poner en ejecución. También se han diseñado esquemas financieros por medio de los cuales los sujetos contaminantes contribuyen económicamente para mitigar el impacto de su contaminación en algún territorio del Sur global.
El gran impulso al desarrollo de los automóviles eléctricos se ofrece como muestra de la preocupación por dejar de usar hidrocarburos en el transporte.
El hecho es que no se ha podido corroborar que se estén dando pasos seguros en la dirección deseada. En la última reunión internacional que se realizó sobre este tema, en un país del Medio Oriente, los países productores de petróleo no se comprometieron a contribuir con medidas concretas.
La reducción de los efectos contaminantes no se perfila para el corto plazo, por lo que el cambio climático sigue su curso.
En el caso de la región de México y Centroamérica, la CEPAL ha señalado que el principal impacto del cambio climático se está manifestando con más altas temperaturas y menos lluvias. Los fenómenos meteorológicos conocidos como el Niño y la Niña se han mencionado como un factor que está afectando las costas del Pacífico mexicano y por consiguiente el clima en el país.
Ya se dieron a conocer los posibles huracanes que se formarán en el verano del 2024 y que incidirán en las costas de México: Pacífico y Atlántico. No se pueden saber las dimensiones que alcanzarán y menos los trayectos que seguirán. Así que no hay nada seguro.
Al parecer, debido a la época electoral que se vive en México, los gobiernos federal y estatales no han señalado qué previsiones se han tomado, o se tomarán, en caso de que la escasez de agua no se resuelvan, con las tormentas posibles de este verano.
La expectativa internacional es que el cambio climático está en curso y que en México y Centroamérica se está manifestando con mucho calor y poca agua.
No habría que esperar a que la escasez de agua se haga manifiesta, como en los años anteriores, para tomar medidas que ya son urgentes. La expectativa del cambio climático para la región ya está definida.
Antes de empezar a reducir el abasto de agua es preciso definir medidas para lograr el uso más eficiente. La distinción entre aguas someras y aguas profundas y cómo se está gestionando su uso, es un primer elemento a analizar. La reducción de fugas y desperdicios debe atenderse de inmediato. La tecnificación del campo para hacerlo más eficiente en el uso del agua debe iniciarse a corto plazo; no se trata de quitar el agua a las familias y empresas que viven del campo.
A las empresas manufactureras y a las de servicios habría que requerir un diagnóstico de sus patrones de utilización del agua y las medidas que se proponen aplicar para ser más eficientes. La instalación de nuevas empresas tendrá que sujetarse a las estimaciones de disponibilidad de agua. Ya se ha señalado que el reuso del agua es un sistema que debe aplicarse de inmediato en toda la planta productiva.
A las medidas para traer más agua de otras entidades del país habría que agregar una planta desaladora en la costa de Tamaulipas.
El gobierno mexicano está atendiendo las urgencias de desabasto de agua o las catástrofes como la de Acapulco, pero no se conoce una estrategia general ante el cambio climático. Los organismos de planeación en Nuevo León, públicos y privados, no han logrado diseñar y establecer una estrategia a mediano plazo y menos ponerla en ejecución.
La solución neo liberal de privatizar el agua y de que pague el que pueda es humanamente inaceptable. El acceso al agua es un derecho humano.