CORONA15062020

¡Mueran Los Saldaña!
Francisco Ramos Aguirre

Ciudad Victoria.- Transitar por la Sierra Madre Oriental, en el tramo Tula-Jaumave durante el siglo XIX, no ofrecía a los viajeros una garantía de seguridad. Entre de las historias inolvidables de ese tiempo, destaca la de Ignacio Saldaña, cuando a mediados de marzo de 1882, según menciona el periódico El Eco del Pueblo, mientras pernoctaba con su familia en una residencia de Palmillas, Tamaulipas, se originó un incendio en una de las rastrojeras.

     Al escuchar gritos de odio, juramentos de venganza y gran alboroto en su contra, Saldaña decidió no hacerles frente: “…y más crecieron sus sospechas de que algo se intentaba contra él cuando vio que se quemaba otra casa inmediata a la suya. Por fin confirmó el señor Saldaña el riesgo que corría, al oír gritos ¡Viva el pueblo libre de Palmillas! ¡Mueran los Saldañas! Máxime cuando a tales gritos se acompañaron algunos disparos en el zaguán de su casa.” En ese momento tomó las debidas precauciones y se armó de rifles, pistolas y valor para salvar a su familia. Para hacer frente al enemigo, inmediatamente acudieron en su ayuda un grupo de pistoleros y mozos.

     Por la madrugada acudieron a reforzarlo diez hombres armados procedentes de una hacienda cercana. Al día siguiente, acompañado de una escolta, hijos y esposa, salió sano y salvo rumbo a su hacienda en Jaumave. “…por informes fidedignos, se sabe que el 17 amaneció en la plaza de Palmillas el cadáver de un hombre asesinado.”

     Durante el trayecto, Saldaña recordó sobresaltado los trágicos sucesos criminales de la madrugada del 18 de noviembre de 1878. Ese día se registraron “Los hechos más atroces que se han registrado en la historia de los pueblos bárbaros”, cuando en el asalto acaudillado por Nieves Hernández, perdieron la vida más de 30 pobladores, entre ellos diez rurales durante un asalto a Palmillas. “Mueran los ricos, muera el jefe de los rurales –Procopio Guerra–”, decían aquellos seres enardecidos, mientras incendiaban todo a su paso y arrastraban los cadáveres por las calles.

     Días después, al presentarse el juez de Tula a investigar los hechos, probablemente derivado de una venganza ocasionada por el jefe de los rurales, o por la filiación de algunos palmillenses a la revuelta de Braulio Vargas, un grupo de 200 pistoleros lo amenazó de muerte, por lo cual salió de madrugada de esa población.

* Cronista de Ciudad Victoria.