GOMEZ12102020

MUROS Y PUENTES
Cuando dolor y protesta se hicieron himno
Raúl Caballero García

Dallas.- El autor de Strange Fruit, Abel Meeropol, era un habitual del Cafe Society, camarada de su fundador Barney Josephson a quien le llevó su poema pensando en Billie Holiday. Ese día ella estaba ensayando con su banda.

     Meeropol llegó entusiasmado, se lo mostró a Billie y le pidieron que lo interpretara, ella lo leyó y aceptó sin mostrar interés. Luego lo escuchó con la música que su autor le había puesto, aparentemente sin impresionarse, sólo preguntó lo que significaba “pastoral” y luego, más tarde, cuando durante el ensayo decidió interpretarla, Meeropol y Josephson concentraron su atención.

     Durante ese memorable ensayo, cuando Billie lo canta por vez primera, ella transmite un fuerte sentimiento. Canta con lágrimas, en su interior se le revuelven el dolor y el odio sentidos desde la infancia. En ese momento ella tiene 23 años. Sus compañeros de la banda, tanto como Meeropol y Josephson tuvieron la sensación de que algo inusual estaba sucediendo. El poema en la voz de Billie caló a profundidad. En el país pronto se convirtió en un himno. Las líneas de Strange Fruit en su voz se transfiguraban en la experiencia descrita, además ella cargaba la pesadumbre de su negritud en este país, su canto estremeció a quienes estaban en el Café y, posteriormente, en la rutina de sus presentaciones estremecía a cada nueva hornada de escuchas.

Lo estrenó como canción esa misma semana. La primera vez que la interpretó delante del público del Cafe Society, con su voz sobrecogedora, la atención se centró en ella, totalmente. Se callaron los rumores, los meseros detuvieron su faena, fueron unos minutos conmovedores. En el salón se apagaron las luces, sólo quedó un reflector sobre la cantante apoyada sobre el piano con los ojos cerrados. Cuando cantó el verso final se apagó el reflector, unos segundos a oscuras y al iluminarse el salón ya no estaba Billie, el silencio se prolongó por un momento y lenta, pausadamente comenzaron los primeros aplausos, primero tímidos con el aliento cortado, pero a cada momento el aplauso fue creciendo hasta que fue general. Entretanto Billie estaba afectada, vomitaba en el baño, sin energías (más adelante ella reconoció que cada vez que la cantaba la ponía mal, le embargaba la tristeza). Así nació la primera canción contra el racismo, la primera canción que para los negros fue como la Marsellesa, un himno de resistencia, una denuncia testimonial que evidenciaba las atrocidades de los linchamientos.

    Ella la cantó una y otra vez, la prohibieron repetidas veces, pero ella la volvía a cantar; al principio diversas productoras se negaron a grabarla, incluso su propia casa de grabación (Columbia Records) se negó, pero ella insistió aquí y allá hasta que Milt Gabler productor de un sello de jazz alternativo, Commodore, dio un paso al frente; luego de escuchar a Billie cantársela a capela, Gabler se emocionó hasta las lágrimas. Días después acordó la grabación de Strange Fruit con el sello Vocalion Records. 

     Pero hay que volver al Cafe Society, fue ahí donde yo creo que nació, ahí Billie la interpretó durante meses, a cupo lleno (200 personas) cada vez, en otra parte apunto que su interpretación encendió el lugar, cada vez. Josephson, llegó a poner un anuncio en el The New Yorker que decía: “¿Aún no has escuchado Strange Fruit que crece en los árboles del sur cantada por Billie Holiday?”. Era un acontecimiento que creaba conciencia.

     Podríamos decir que Strange Fruit es un parteaguas en la historia de la lucha de los negros por sus derechos civiles. Para Billie su carrera y su vida fueron indisolubles. No había fórmulas secretas en su arte. Su éxito se daba porque al cantar era ella, era la bebé de una madre adolescente, era la niña de las penurias en la pobreza, la adolescente de las cárceles, la de los oficios difíciles como la prostitución, era la joven mujer que se había hecho cantando a destajo en Harlem, la que se entregaba de lleno a sus amantes, la que conocía enteramente al racismo, en fin, la que en el torbellino de su vida y carrera tocó fondo con la heroína.

     Billie siempre fue acosada por racistas y autoridades, más en sus últimos años; con cierta frecuencia daba tumbos en las calles, en una de esas un periodista la reconoció y con cierto aire compasivo la abordó: “¿Pero, Billie…qué estás haciendo con tu vida?”. Ella levantó la cabeza y lo miró con una mezcla de ironía y rabia: “¿Sabes? Aún sigo siendo una negra”.

     Concluyo estos apuntes citando al joven periodista y editor argentino Hugo Montero, quien lamentablemente acaba de morir, apenas hace tres días. Montero dirigía la revista Sudestada, en cuyas páginas en septiembre pasado dedicó un excelente artículo a Billie Holiday y su canción Strange Fruit.

     En su nota Hugo lanza esta serie de preguntas: “¿Puede una canción –y una hermosa voz– condensar en apenas tres minutos una historia de esclavitud, una vida de racismo y persecución, una identidad marcada por el odio y la rabia contenida? ¿Puede una melodía explicar mejor que cien libros de historia el pasado de un país enfermo de racismo, o describir mejor que un centenar de ensayos académicos lo que significa respirar la segregación, padecer el apartheid, soportar la sinrazón del blanco opresor y esclavista, rebelarse contra todo aquello y resistir? ¿Puede la belleza de un tema asumirse como subversiva, sembrar conciencias, despertar dignidades, abrir una ventana cerrada por tanta tristeza?”.

Enseguida puntualiza: “La respuesta a estas peguntas es sencilla: la más poderosa y bella canción de protesta que jamás se haya escrito (y cantado) en la historia, Strange Fruit, en la voz de Billie Holiday, puede lograrlo”.

*Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano. Para comentarios: caballeror52@gmail.com.