CORONA01062020

MUROS Y PUENTES
Indignación
Raúl Caballero García

Dallas - Indignación es el nombre de las llamas que en estos días han incendiado a este país: Indignación por la brutalidad del policía que mató a George Floyd. Indignación por el imperante racismo. Indignación por los ataques contra manifestantes indignados. Indignación por los siglos de injusticias raciales. Indignación por la actitud de odio y prepotencia de Donald Trump. Indignación.

     En este país en crisis confluyen estos días la terrible pandemia, un desempleo inédito por el profundo golpe a la economía dado por la cuarentena (consecuencia del coronavirus que nos mantiene a raya) y, en ese contexto, las movilizaciones de la comunidad afroamericana y simpatizantes de su causa por el homicidio de Georges Floyd cometido por varios policías en Minneapolis, ciudad que es el epicentro de las protestas que se dan por todo el país. Las protestas -pacíficas o no- están siendo enfrentadas con una virulencia azuzada por el incendiario que ocupa la Casa Blanca.

     Estos acontecimientos dejan ver más descarnados que de costumbre (vergonzosamente son una costumbre) los males endémicos que durante toda la historia de Estados Unidos han golpeado a los negros: el racismo y la desigualdad. En un largo trecho los mexicanos somos sus compañeros de ruta, nuestra comunidad igualmente ha sufrido lo que tiene levantada a la muchedumbre afroamericana, el racismo y la desigualdad que una y otra vez se cubren con injusticia.

     Fue de alto contraste ayer lunes 1 de junio, pues mientras Terrence Floyd -hermano del asesinado George Floyd- hacía un llamado a que las protestas fueran pacíficas (“George no querría que por él se ejerciera la violencia”, dijo), Donald Trump hizo atacar a los manifestantes en Washington con gases lacrimógeno para despejar su camino hacia una histórica iglesia cercana a la Casa Blanca para montar frente a ella una cínica escenografía para tomarse una foto levantando la biblia.

     Trump ha seguido amenazando con mayor despliegue militar (al cierre de estos apuntes los soldados ya estaban en las calles), en ningún momento deja de ser el radical que divide. Cuando el país requiere de unidad Trump aviva la tensión, incita a la represión, polariza con un discurso digno de supremacista, de segregacionista. Lo dicho: enciende los ánimos: un pirómano con un bote lleno de gasolina embelesado por las llamas.

     Todo indica que las protestas contra la violencia policiaca y la consabida injusticia están lejos de calmarse, pese a que miles de manifestantes han sido arrestados en las calles de más de veinte estados. Pese también al toque de queda en por lo menos 40 ciudades. Pese a la pandemia por el coronavirus las protestas se mantienen, intensas, en su séptimo día consecutivo.

     Y a todo esto hasta hoy martes 2 de junio el aspirante demócrata a la presidencia, Joe Biden, dijo esta boca es mía, con un tibio discurso en el City Hall de Filadelfia. Una semana después de que se manifestara la indignación, una semana después de que literalmente se incendiaran las calles del país, Biden se pronuncia con un discurso que me parece más de campaña que de indignación, más contra su rival político que de solidaridad con la comunidad que lo llevó a vencer a Bernie Sanders en las elecciones primarias.

     Y bueno, el asesinato a George Floyd no solo en Estados Unidos ha causado conmoción e ira, por distintas partes del mundo se extendieron las manifestaciones contra el racismo de los policías estadunidenses. Ciertamente las protestas siguen con fuerza, pero es de esperarse que llegue el momento de que amainarán. Uno espera, sin embargo, que la llama de la indignación no se extinga en tanto que se asuma un cambio sistémico, un cambio profundo y permanente. Requerimos mantener la llama de la indignación.

*Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, tras ser director y editor de varios periódicos en Texas, se desempeñó como director editorial del Diario La Estrella en Dallas/Fort Worth. Para comentarios: caballeror52@gmail.com