GOMEZ12102020

MUROS Y PUENTES
Rituales del odio
Raúl Caballero García

Dallas.- Comienzo está entrega señalando una advertencia: estos apuntes están cargados de contenido gráfico, su contexto es la violencia y el odio radical.

     Asimismo, señalo que no hace mucho escribí un texto en torno a Billie Holiday y su himno de resistencia Strange Fruit (para mí Billie es la gran intérprete de jazz y blues, la más intensa, la más emotiva… con todo respeto paso a indicar después a Ella Fitzgerald y enseguida a Sarah Vaughan, ya luego puede usted apuntar todas las demás) y advierto que será la fuente principal para este texto.

     Uno de los actos más terribles perpetrados por el Ku Klux Klan y por racistas de toda ralea (piénsese en éstos sin las siniestras capuchas del Klan) en la historia del racismo estadounidense, son los linchamientos de afroamericanos en el sur del país, donde les daban latigazos, los quemaban vivos y los colgaban.

     Hoy en día si usted entra en alguno de esos establecimientos de antigüedades en algún pueblito sureño, es muy probable que encuentre algunas de aquellas viejas postales coloreadas, cuya imagen lo alterará. Le hablo de fotografías de linchamientos de afroamericanos. Sí, créamelo, hasta para esas escalofriantes imágenes se adaptó la producción en masa de tarjetas postales.

     A lo largo de la primera mitad del siglo pasado, principalmente durante sus primeras décadas, era común mandar esas tarjetas, tanto como común eran los linchamientos. El oprobio: a los negros los colgaban luego de quemarlos vivos, los colgaban de puentes, de árboles o postes de teléfono… enarbolando el estúpido espíritu de superioridad racial.

     Recordé que hace tiempo me había ocupado ya del tema, busqué aquel texto y aquí citaré unos párrafos que encajan. El racismo en toda su abyección: Era común que muchedumbres excitadas -con pretextos de justicia o mero racismo- arrastraran a un hombre (o a una mujer o incluso un niño) afroamericano y lo colgaran en medio de una siniestra algarabía.

     Mire usted, lea para documentar su pasmo: Los periódicos solían anunciar hora, día y lugar de los linchamientos. Tal cual. Aquello se volvía una kermés infernal. James Allan, un investigador de lo macabro escalofriante -que dio a conocer una colección de estas tarjetas- apunta que había excursiones en autobuses o en trenes para quienes iban desde lugares lejanos a disfrutar de estos rituales del odio.

     Los linchamientos como espectáculo público. Tétrica exposición exacerbando las pasiones más viles de quienes los cometían y de quienes los atestiguaban celebrándolos. En la colección de Allan hay imágenes que muestran una multitud festiva, incluso familias completas, niños divertidos (presuntos psicópatas futuros), adultos gozando al contemplar a un negro ser quemado vivo. Parece inconcebible, pero fueron espectadores que se reían en torno a los cadáveres de chicos y grandes, mujeres y hombres, afroamericanos todos, ahorcados, linchados.

     Veo que la “introducción” de estos apuntes se alargó. Quería llegar desde el principio a señalar al compositor Abel Meeropol, otro comunista judío como Barney Josephson, el fundador del Cafe Society.

     Meeropol vio en un periódico de 1930 la fotografía del linchamiento de Thomas Shipp y Abram Smith, los dos afroamericanos colgaban de un árbol en un campo de Indiana, (como ve esa atrocidad no ocurría nomás en el sur). La imagen lo impactó y lo impulsó a escribir el poema Bitter Fruit, que publicó en la revista política New Masses, de orientación marxista.

     Poco después le puso música y le cambió el título a Strange Fruit. Paso siguiente: se lo llevó a su colega Josephson al Cafe Society, donde Billie Holiday cantaba de martes a sábado.

     Mire, lea la traducción del poema que devino en la primera canción de protesta que sacudió el mundo del espectáculo: Fruta extraña:

De los árboles del sur cuelga una fruta extraña,
Sangre en las hojas y sangre en la raíz,
Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur,
Extraña fruta que cuelga de los álamos.

Escena pastoral del galante sur,
Los ojos saltones y la boca torcida,
Aroma de las magnolias, dulce y fresco,
y el repentino olor a carne quemada.

Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos,
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire,
Para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer,
Esta es una extraña y amarga cosecha.

*Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano. Para comentarios: caballeror52@gmail.com.