Mérida.- Muy amargados quedaron los prianistas con la asistencia de buena parte del pueblo a las urnas el pasado domingo para elegir a 5 ministras y 4 ministros de la Suprema Corte; 5 integrantes (3 mujeres y 2 hombres) del Tribunal de Disciplina Judicial Federal; sendos magistrado y magistrada de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; 15 magistradas y magistrados de las varias Salas Regionales de este; además, a 464 magistradas y magistrados de Circuito y 386 juezas y jueces de Distrito repartidos a lo largo y ancho del país.
En total, fueron 881 los juzgadores y juzgadoras escogidos de una baraja no despreciable de 3,423 aspirantes, inscritos en alguno de los comités de selección que se crearon -uno en cada uno de los 3 poderes de la Unión-, muchos de los cuales se quedaron en el camino de la insaculación, por no llenar los requisitos mínimos exigidos; otros que sí llegaron fueron eliminados en el sorteo. Sólo participaron en la elección los que sobrevivieron después de este y, directamente (esto es, sin pasar por la insaculación) juzgadores en funciones que han querido seguir como tales.
Aparte fueron electos en 19 entidades que decidieron aplicar la reforma al Poder Judicial de una buena vez, decenas más de aquellos porque a la larga, todas lo tendrán que hacer, pues es símbolo de estos tiempos instaurar la democracia en todos los ámbitos públicos de la vida del país y el de la justicia es pieza clave en el funcionamiento de una sociedad moderna.
Así es que, como puede verse, a la ciudadanía se le ofreció una gama de profesionales del derecho con las máximas garantías de tener los perfiles requeridos.
La derecha, sin excepciones, sus diarios, televisoras, cuentas de comentócratas, líderes partidistas, etc., siempre estuvo dedicada a sabotear la elección, pensando, ilusamente, que de este modo la echarían abajo. Pudieron haber inscrito a sus mejores cartas y movilizar a su gente para que hiciera todo lo posible por hacerlos triunfar. Pero escogieron otro camino.
Basándose en las dificultades propias de una elección compleja por sus características de ejercicio sin la participación de partidos políticos que se encarguen de la tarea de difundir las candidaturas, la ha querido, por eso, desacreditar diciendo que eran poco conocidos o desconocidos los candidatos. Y cuando ciudadanos o grupos de ciudadanos se movilizaron para que se conocieran los que a su juicio merecían el voto, se pusieron a difamarlos acusándolos de ser operadores de Morena que querían capturar al Poder Judicial.
Fiel a su espíritu retardatario hizo hasta lo imposible por conseguir que el pueblo la desairara, no saliendo a votar. Y transcurrida aquella se ha dedicado a denigrarla con la complicidad de alguno tontos útiles, de la misma izquierda que actúan así porque, en la creencia de que desde sus hamacas o sus camas pueden dictar línea por telepatía a los demás, cuando no salen las cosas como quieren, repiten las falsedades del adversario.
Primero quisieron descalificar la elección diciendo que Morena había hecho una lista y la difundía con la exigencia a quienes la recibieran de que votaran por todos y cada uno de sus integrantes, so pena de represalias. Nunca nadie demostró que así fuera. Grupos de personas, es cierto, hicieron sus listas, independientemente de que pertenecieran a algún partido y las difundieron por las redes, sobre todo watssap, en aras de la libertad de difusión de las ideas que se profesan; esto es imposible de evitar.
Como imposible era llegar a la casilla sin un “acordeón” para hacer ahí la lista directamente en la boleta. Llevarlo no implicó que se haya quebrantado alguna ley. Yo llevé el mío armado antes de ir a aquella con información proporcionada por amigos y compañeros, complementada con mi propio criterio. Y no acepto que nadie diga que por eso soy parte de una conjura.
Y así procedió la inmensa mayoría de los votantes, salvo, quizás, excepciones. Sin embargo, la derecha se la está pasando con esta cantinela, secundada por algunos que le hacen el juego que, aunque se dicen de izquierda, no quieren aceptar que en la democracia se hace lo que la mayoría decide y no lo que uno, por mejor intencionado que sea, quiere. En mi caso, llevé mi acordeón, nadie me lo impuso. No salieron todos por los que sufragué. De 9 acerté en 5. Ni una sola prueba tiene la derecha de su calumnia, pero la repiten como loros porque la mentira cuando no mancha tizna.
Es verdaderamente risible la argumentación que para ningunearla esgrimen los detractores del ejercicio cuando dicen que 13 por ciento del padrón electoral, equivalente a casi 13 millones de votantes de participación es un fracaso, siendo que en las elecciones de junio de 2024 el PAN obtuvo 9 millones 600 mil votos y el PRI 5 millones 736 mil votos, lo cual significa que están reconociendo que la votación que obtuvieron en la última elección constitucional del país representa entonces un doble fracaso.
Mucho mejor para un país que lucha por abrirle cauce cada vez más amplio a la democracia es que 13 millones de ciudadanos participen en la elección del único de sus poderes que no era designado por la vía que señala el artículo 39 de la Constitución que dice que “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo” y que “Todo poder público dimana del pueblo”, y no que sean 128 senadores y el presidente o presidenta quienes lo hagan.
México está cambiando. Y lo va a seguir haciendo, de eso no debe caber la menor duda. Sin embargo, el camino no es nada fácil porque la derecha, aunque minoritaria dentro del pueblo, tiene una gran capacidad de engaño. Sus diarios, sus editorialistas, lacayos unos, alineados otros; sus cadenas de televisión, sus presentadores de noticias; sus cadenas de radio, sus locutores maiceados; el mucho dinero de sus élites empresariales reaccionarias están constantemente conspirando. Pero el pueblo vencerá.