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NADAR CONTRA LA CORRIENTE
Margarito Cuéllar

Las intensas olas de la Fil Guadalajara me llevaron a las de Mazatlán, a unas horas de viaje en autobús. Esa mañana salí de la Isla de la Piedra, abordé la lancha y ya en tierra tomé una pulmonía para ir a la zona de la Marina. Después de comprar lo que necesitaba me senté en la banqueta a oír las palabras del nuevo Presidente que salían emotivas y alegres -o así las oía yo- de la bocina de un negocio de azulejos. Ahí sentado, con un libro de e. e. cummings y mi libreta de apuntes en mi mochila, desde lo más profundo de mi escepticismo, no pude evitar cierta emoción.

    Me acordé que en los años en que ese hombre recorría el país casi a pie, en los lugares en los que había un mínimo de organización convertíamos nuestras casas en tiendas de campaña y durante los tercos días de tempranas aspiraciones de nuestros bolsillos cubríamos los gastos que la visita de ese hombre ocasionaba. Aunque al final de la campaña los resultados no fueran favorables y los ceros en los recibos de luz, agua y teléfono habían aumentado, sentíamos que aquel esfuerzo era un pequeño abono, una semilla que tarde o temprano rendiría fruto.

    Los hijos crecieron en ese ambiente durante las dos campañas de ese hombre a la presidencia del país. Morena no nacía aun y eran otros colores y partidos los que arropaban a aquel hombre testarudo que fustigaba desde entonces a los corruptos y a los innombrables.

    No se pide nada a cambio. Hacíamos todo aquello por convicción. O sí, si pedimos algo: que ese hombre sea un buen Presidente y que deje una huella legible en la historia del país, como lo hicieron Juárez y Lázaro Cárdenas. Que no nos hunda en el fango ni nos llene de vergüenza como sucedió con los mandatos de Calderón, Fox y Peña Nieto. Y con muchos de los de antes.

    Caminé por las calles de Mazatlán rumbo al mercado mientras las palabras de aquel hombre se repetían en mis oídos y me acordé de las palabras de un personaje de Los Vagabundos del Darma, algo así como “cuando llegues a lo alto de la montaña sigue subiendo.” También vinieron a mi menta las palabras del Che, algo así como: “seamos realistas, pidamos lo imposible.”

    Desde la Isla de Utopía deseo que la Cuarta Transformación no sea discurso apagado sino acciones y congruencia, energía y esperanza, no porque la esperanza muera al último, sino porque la hemos matado muchas veces.

    He navegado toda la noche por carretera dando tumbos por lugares en los que abundan las casetas de cobro y la oscuridad parece no tener fin. Las olas me traen ahora a Monterrey. A seguir nadando.

Dic. 3 de 2018

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