Monterrey.- Después de una rigurosa auscultación llamada ahora encuesta, los tres sectores del Supremo Partido se pronunciaron por la precandidatura llamada luego candidatura de la ex priísta Clara Luz Flores para el gobierno de Nuevo León.
El INE, la dirigencia nacional de Morena y la oposición decidieron que la rigurosa auscultación a la ciudadanía fructificara sin más –ya habrá tiempo de madurar–. Los tres pusieron todo de su parte para que Morena tuviera una candidatura preúnica. Que no se hayan respetado los términos de la convocatoria pudo deberse (especulo, así como especula la militancia de Morena por qué sólo a los preprecandidatos se les dio a conocer el contenido de la tal auscultación-encuesta) al desbordamiento de los encuestados inubicables en favor de la precandidata, cuya precampaña fue intensa desde principios de este año. Así que apenas hubo tiempo de avisar a los otros precandidatos –y no a todos– para que se recuperaran del albazo y acudieran a la sede de Morena a levantarle la mano a la ungida.
En la escena no se le dio tregua a los discursos ayunos de planteamientos programáticos. Y todo se hizo preceder de un subsublema: “Unidad y movilización”, como lo marcó con su dedo índice (hay pruebas) Mario Delgado, el escaso presidente de Morena.
La categoría transformadora de “unidad” fue inaugurada hace 200 años por Agustín de Iturbide para que hasta el último mexicano se uniera a su ambición imperial. Más tarde esa misma categoría embetunada de “nacional” la convirtió el Partido de Acción Nacional (PAN) en el eje de su doctrina y de su oposición al Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Como se sabe, este partido recibió tal tunda electoral y el equipo gobernante que llegó y se movió tan a la derecha, que optó por abandonar ese nombre y adoptar el de Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Fue tan prolijo el éxito del PAN con su matraca de unidad nacional que la porción escindida del PRM se llamó Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN), la principal oposición al PRM. El partido administrado por el general Juan Andrew Almazán era por porciones iguales la versión light del apodo “revolucionario” como de la “unidad” disminuida a “unificación”.
Lo demás de esa historia todos lo conocemos. Los candidatos del PRI siempre fueron de unidad.
Morena no le ha querido ir a la zaga al PRI, por lo menos en algunos estados. Y lanza a sus candidatos de unidad.
Esa estrategia económica le permite a Morena otras acciones de carácter económico, a saber: 1. Hacer que sus valores y principios tengan una traducción práctica que deje a su Estatuto tiritando en cada uno de sus procesos internos, 2. Ahorrarle a su militancia la posibilidad de que debata y de que, por tanto, ponga a debatir a quienes supone habrán de responder a los cargos públicos que aspira a conquistar y 3. Ahorrarle, de igual manera, su necesaria formación política, salvo que patrocine a sus cuadros con becas para cursar estudios de liderazgo en alguna institución.
En cuanto a la movilización es claro lo que la dirigencia nacional espera de los morenistas de Nuevo León, empezando por los preprecandidatos: apoyar a la resultante victoriosa de un proceso turbio.
Ese cálculo, por lo pronto, no hará posible que el madruguete se consolide a modo. Los tres precandidatos invitados a arropar el numerito señalaron lo ilegal del procedimiento. Hubo otros dos precandidatos a quienes simplemente no se les tomó en cuenta. De los cuatro considerados, Fernando Ábrego y Rafael Zarazúa se dijeron violados en sus derechos. Ábrego lo expuso en un documento que circuló ampliamente en redes sociales.
Numerosos militantes se apersonaron dos días después de darse a conocer en la sede nacional de Morena el resultado de la encuesta (antes “destape”) en el Tribunal Electoral de Nuevo León. No fueron pocos los que presentaron recursos de impugnación, tanto sobre el proceso de alianzas como sobre las violaciones cometidas en contra de sus derechos políticos y la elección interna de candidatos (léase imposición). El método intrusivo de las encuestas es evidente que no convenció a las bases morenistas; menos aún el albazo de su dirección nacional. Entre las voces que se escuchaban no faltaba la de “traición” (hay videos), lo cual permite ver que la lesión no fue menor, sobre todo cuando este vocablo forma parte del lema de la 4T.
En este entramado, la previsible estrategia de control de daños no será suficiente para rencauzar el proceso morenista rumbo a 2021. El PRI y el neoPRI salen fortalecidos. Siempre, salvo un par de ocasiones, han tenido un candidato. Ahora tendrían dos.
El futuro de Nuevo León se nubla, y será muy difícil despejar los nubarrones que se ciernen sobre su vida pública y su dimensión social. La lucha por el poder no la encabezan políticos que hayan dado prueba, en sus puestos o en su trayectoria anterior, de buscar otra cosa que obtener provecho pro domo sua. Y esto vale para las dos coaliciones que revelan mayor capacidad, y para el PAN, en la arena electoral.
Esa es una grave responsabilidad del partido en el poder y de su oposición.