Austin.- Como parte de un congreso sobre temas fronterizos en Berlín se organizó un paseo por la frontera de Alemania con Polonia explorando la noción de que se reproducía una situación similar a la de la frontera entre México y Estados Unidos. Hacia Polonia iba un mercado a comprar productos baratos incluidos servicios médicos y hacia Alemania iba un mercado en busca de otro nivel de calidad; lo que sin duda encontramos fue largas filas para cruzar hacia Alemania que había establecido férreos controles migratorios, igual que Estados Unidos. En medio del paseo alguien pasó una nota del New York Times (NYT) sobre la zona que visitábamos y lo sorprendente es que lo que vio el periodista distaba muchísimo de lo que veían nuestros ojos.
Un colega desde Estados Unidos me envía un artículo del NYT analizando el impacto del caso Cienfuegos en las relaciones México-Estados Unidos, y aunque no puedo decir haberme sorprendido, el experto –solamente uno– que cita el periodista es un académico mexicano, que se atreve a especular sobre lo que hará el gobierno de Estados Unidos y el reportero lo asume como análisis sólido; lo más sensato hubiera sido mostrar lo que opinaban los expertos estadounidenses o para el efecto, funcionarios de ese país, ya sea de la administración saliente, o para mejor precisión, algunos de los entrantes. Pero no, el periodista prefirió repetir algunas de las consignas (mexicanas) de lo que se espera que haga el gobierno de Biden.
Ya he expuesto que, normalmente, los gobiernos no se basan en revanchas personales para tomar decisiones. La derecha mexicana se regodeo con la tardanza del gobierno de López Obrador para reconocer a Biden, aunque explicaron que esperaban a la decisión formal del triunfo. Técnicamente correcto, políticamente inadecuado.
Cuándo AMLO le escribió a Biden felicitándolo, entonces la derecha se regodeo diciendo que no se había dirigido de manera correcta, brotaron de la nada los expertos que le enseñan diplomacia a la cancillería mexicana.
Y el reportero del NYT se hace eco de los berrinches de la derecha mexicana, mostrando una realidad inexistente, igual que la que leí en Polonia, y creando una realidad alternativa o bordando una superficialidad tendenciosa. Igual como hace el periódico cuándo se refiere al Medio Oriente, donde usualmente fustiga a Israel mientras se muestra tolerante con los actos de terrorismo palestinos, asumo como terrorismo el lanzamiento de misiles contra centros urbanos, acuchillamientos, lanzamiento de autos contra civiles.
Sería muy interesante que algún reportero del periódico investigara si hay alguna agenda pública o privada que explique la postura de Trump y AMLO, porque los gobiernos usan diversos instrumentos para forzar las decisiones de otros países; Trump declaró que usó la ayuda externa a países de Centro América para obligarlos a asumir las consecuencias de su política migratoria. Parece no llamar la atención del NYT escarbar en esa realidad, porque se caería la narrativa que construyen.
¿Por qué prestarle atención al NYT? y es que independientemente de su apego a la verdad o la objetividad, sigue siendo uno de los periódicos más grandes del mundo con gran influencia sobre élites en varios países y sigue gozando de la fama que logró cuándo se posicionó como periódico mundial, aunque estuviera involucrando en escándalos y controversias.
En una búsqueda sobre fallas en el reportaje, la primera entrada es de Wikipedia que indica que el NYT ha tenido múltiples controversias: “Las controversias incluyen alegatos de reportes prejuiciados e imprecisos sobre la Revolución Rusa, reportajes sobre el supuesto robo de documentos de Wen Ho Lee, el escándalo de plagio de Jayson Blair, artículos de Judith Miller, la controversia del anuncio de MoveOn.org, el escándalo del equipo de Duke University Lacrosse en 2006, la controversia del cabildeo de John McCain en 2008, así como varias acusaciones de plagio, prejuicio izquierdista, sentimiento anti Indio y antisemitismo”.
La prensa de investigación pisa muchos callos, afecta intereses, puede generar eventos que refuerzan la democracia (p. ej. watergate) y por eso defenderla es una prioridad política, pero debemos rechazar con energía cuando se utiliza la cobertura de protección a la libertad de expresión para diseminar noticias falsas y opiniones personales o de grupo, presentadas como noticias.
En la libertad de expresión intervienen el gobierno, los periodistas y la sociedad y uno no puede aprovecharse del otro.