Siempre les platico esto a mis maestro-alumnos y a los estudiantes de Física
de secundaria durante las visitas áulicas que hacemos por parte del DT de
Secundarias y creo que “les llega”. Aquí lo escribo, a ver si “les llega” a algunos más.
Monterrey.- Aquel día del año 1665, el joven Isaac llegaba a sus clases en el Trinity Collage de la Universidad de Cambridge, situado a 160 kilómetros al norte de Londres, Inglaterra. Ahí le comunican que las puertas de la institución se cerrarían debido a la epidemia causada por la peste bubónica que asolaba a Inglaterra. La peste bubónica que acabaría con la vida de casi 100 mil personas en Inglaterra y más de una quinta parte de la población de Londres durante 1665 y 1666. La peste bubónica, también llamada peste negra (por la gangrena que ocasiona en ciertas partes del cuerpo) es una enfermedad que ataca las vías respiratorias; ésta es producida por una bacteria trasmitida por el piquete de una pulga; la bacteria normalmente es portada por las ratas.
Previniendo el tiempo que iba a estar aislado, el joven Isaac Newton de inmediato se contactó con su mejor amigo de la universidad, el bibliotecario, a quien le solicitó una buena dotación de libros de matemáticas, física y filosofía para leerlos y releerlos en la granja de sus abuelos en Woolsthorpe, situada a escasos 15 kilómetros de la universidad.
La vida presenta a todo ser humano una serie de “caminos que se bifurcan”, como lo escribió magistralmente Borges; en algunos casos cuando la senda elegida presenta problemas, los individuos se hunden en la desesperación, en los vicios, en la inactividad, en el anonimato. Sin embargo, la vida de grandes hombres y mujeres a lo largo de la historia nos ha enseñado que las vicisitudes de la vida también hacen crecer a los humanos, orientándolos hacia el estudio de la filosofía, la física, las matemáticas, el arte y hacia el trabajo solidario. Newton, Nietzsche, Camus, Nash, Van Gogh, Galois, Katherine Johnson, entre muchos y muchas más, son un ejemplo de lo que aquí expresamos.
Isaac Newton nace huérfano de padre, un 25 de diciembre de 1642, en Woolsthorpe, Inglaterra; su madre, mujer trabajadora, luchó por sacar adelante la granja de la familia. Eran tiempos difíciles en el país, donde además de los problemas causados por la peste negra; en Inglaterra se libraba una revolución civil, orientada a imponer un sistema de gobierno parlamentario ante la caída del monarca absoluto Carlos I.
Hannah Ayscough, madre de Isaac, se casó cuando éste apenas tenía tres años, y como generalmente sucede, su padrastro no lo aceptó, por lo que el futuro genio fue llevado de regreso a la granja de Woolsthorpe, con sus abuelos.
En la granja de los abuelos el niño Isaac pronto tuvo problemas; se cuenta que cometía muchos errores cuando su abuelo le asignaba tareas campiranas, como cuidar que el ganado no invadiera granjas vecinas, y es que, seguramente, el joven Isaac siempre estaba absorto pensando, desde su corta edad, quizá en modelos matemáticos que permitieran entender y explicar racionalmente los fenómenos naturales que ocurrían a su alrededor. Esta actitud “inaceptable” le ocasionó muchos problemas con su abuelo que, según se dice, era un viejo gruñón, caso raro en un abuelo.
Al cumplir 12 años, a Isaac lo mandan a estudiar en la escuela primaria de Grantham, un poblado situado a diez kilómetros de Woolsthorpe. Durante sus estudios básicos, vivió en la casa de William Clarke, farmacéutico de la ciudad, que por suerte para el joven prodigio de la física, tenía una de las mejores bibliotecas del lugar y una hermosa hijastra con la que, más tarde, Newton tuvo un romance adolescente, ¡el primero y último de su vida!
A la edad de 18 años Newton ingresa a la Universidad, donde se aburre en las clases de un sistema educativo anticuado y poco atractivo para sus intereses. Se dice que nunca asistió regularmente a las clases y en cambio se pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca leyendo libros de matemáticas y filosofía natural, nombre dado en ese entonces a la física.
El confinamiento de 1665 y 1666 en Inglaterra debido a la peste, que para la gran mayoría fue un martirio, al joven Isaac Newton le brindó la oportunidad de encerrarse a estudiar y a trabajar en lo que le apasionaba: la física y las matemáticas. Fue así como releyó “Los Elementos de Euclides”, leyó los “Diálogos sobre los dos Máximos Sistemas del Mundo” y “Diálogo sobre dos Nuevas Ciencias”, que habían sido escritos por Galileo hacía más de tres décadas en Italia. También abrevó en la Geometría de Descartes, en las obras de Fermat y en la Aritmética de John Wallis, que más tarde le serviría como introducción a sus investigaciones sobre las series infinitas, y para formular “El Teorema del Binomio”, conocido ahora por todo estudiante de ciencias y matemáticas como “El Binomio de Newton”.
Cuando en 1667 la Universidad de Cambridge reabrió sus puertas, el joven Isaac Newton ya había desarrollado las Leyes de la Mecánica, llamadas Leyes de Newton; también había encontrado la fórmula que mide la fuerza de atracción entre la Luna y la Tierra, La Tierra y el Sol, o una manzana y la Tierra; nos referimos a la Ley de la Gravitación Universal. Había avanzado en el desarrollo del Método de Fluxiones, hoy conocido como Cálculo Diferencial e Integral, y que el alemán Gottfried Leibnitz le disputara, pleito que aún enfrenta a ingleses y alemanes.
Existen hombres y mujeres que “irradian luz”; Newton es uno de ellos.