Monterrey.- Uno de los personajes favoritos de la televisión fue el “No hay, no hay”. El ahora desaparecido actor Héctor Suarez daba una muestra magistral de la incapacidad burocrática.
La farsa en cada uno de los cuadros resaltaba la tragedia cotidiana. La cultura de los moches, la corrupción y la imposibilidad de reorientar la decencia.
Nuevo León lleva una carga financiera notable. Impulsa mucho del crecimiento nacional. También es cierto.
Al estado le han seguido gobernadores con poca disponibilidad y nacionalismo. Ven el puesto como el trampolín para asegurar heredad y bonanza a sus siguientes generaciones. Al establecer negocios fabulosos con la información privilegiada. Con el uso de los incondicionales, sus prestanombres.
El parque Fundidora, la Macroplaza, y el parque La Pastora, al ser organismos públicos descentralizados, han gozado de etapas de bonanza financiera. Muchos de los eventos y espectáculos más importantes, caros y de renombre, se han realizado en sus instalaciones.
La derrama económica fluyó como un cajón discrecional. Donde cada uno de los gobernadores pudo echar mano. Colocar como administradores, responsables y trabajadores, a muchos de sus incondicionales.
Se perdió el uso recreativo y se privatizaron muchas de sus áreas. Incluso se pavimentó según las especificaciones internacionales, a fin de realizar carreras de alto octanaje. Debemos evitar sociabilizar las perdidas, si no fincar responsabilidades.
La llamada de ayuda para la sociedad es una desvergüenza de los administradores. Muchos de ellos de salarios tan altos como el gobernador del estado. Poner un freno a la voracidad y decirles como lo hacía el histrión Héctor Suárez a la demanda de 10 millones para gastos operativos, no hay, no hay