Monterrey.- Se asiste por necesidad social. Por el puro gusto de romper el cerco sanitario. Muchos de los sacrificios han sido inútiles. Los caprichos de la cepa azotan a quienes decreta sus imposibilidades celulares.
El ángel de la muerte ronda con su espada por entre las calles y avenidas. En viaductos y en centros comerciales. En las iglesias, las oficinas y hasta en los dormitorios.
La exención de nuevas formas. La cantina muta en restaurante. El restaurante en comedor de autoservicio. Las salas de masaje, los estudios de tatuajes y hasta las reuniones de intercambios sexuales, siguen en el under y en plena efervescencia.
A los médicos particulares les interesa el negocio. Se busca la salud pública en la guadaña de los caídos.
Son las negras estrategias de los grupos hospitalarios. Sin ser damas de la caridad velan por sus propios intereses. No por la mejoría de los enfermos o de sus trabajadores de primera línea.
Siempre es hoy para quienes nunca han tenido mañana. Volveremos a visitar los antros. A beber a destajo. Al suicidio asistido con el cantinero, el peluquero, la masajista con final feliz y trato de novia.
A eso nos van forzando las autoridades. A reconstruir el lodo en nuestros propios infiernos.